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La muerte de Olaf V, acogida con pesar por el pueblo noruego

La muerte del rey Olaf V no podía ser una sorpresa para nadie, por su edad, 87 años, y por hallarse gravemente enfermo. Pese a ello, cuando en la noche del jueves se anunció oficialmente que el rey había dejado de existir, un verdadero sentimiento de pesar se apoderó de todos los noruegos sin distinción de edades o creencias. Este sentimiento desplazó la preocupación general sobre la guerra en el Golfo.

Los alrededores del palacio real, así como las plazas de Oslo, cubiertas por la nieve, mostraban ayer grupos apesadumbrados y silenciosos reunidos para homenajear a su rey en forma espontánea. Depositaron flores junto a velas encendidas clavadas en la nieve. Centenares de adolescentes manifestaron su pesar ante la muerte del gran abuelo, al que admiraban y respetaban.Le sucede en el trono, con el nombre de Harald VI, su tercer hijo, los dos anteriores fueron mujeres nacidas de su matrimonio con la princesa sueca Märtha, fallecida en 1954.

Harald, de 53 años, había ejercido la regencia desde junio del pasado año, cuando una embolia cerebral produjo una parálisis parcial al rey, que, aunque no afectó a sus facultades intelectuales, le impidió seguir ejerciendo el cargo.

La fecha de los funerales, que constituirán una oportunidad de encuentro de líderes políticos de todo el mundo y de las casas reales europeas, no había sido fijada oficialmente ayer.

El rey Olaf había nacido en Gran Bretaña de padre danés, el príncipe Carl, y madre inglesa, la princesa Maud, lo que influyó para que realizara la mayor parte de sus estudios en Oxford, pero sin perder por ello su identificación con la cultura y el modo de ser noruegos. El respeto y el cariño que conquistó en el pueblo no se debió solamente a su condición de monarca, sino a que siempre estuvo cerca de los problemas concretos del hombre común.

Esto explica que alguna vez que se presentó en el Parlamento una moción para abolir la monarquía e instaurar la república, la propuesta fuera derrotada por aplastante mayoría. La personalidad del rey Olaf no era ajena a esta decisión.

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