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Entrevista:Jacques Delors | Presidente de la Comisión Europea | LA NUEVA EUROPA

"Los europeos siempre se reencuentran"

Realmente, no parece nada fácil ser presidente de la Comisión Europea y conseguir mantener el equilibrio ante las arremetidas de sus propios comisarios, del Consejo Europeo, del Parlamento Europeo y de cada uno de los 12 países comunitarios. Pero así es. Jacques Delors no sólo no permite que se rompa el equilibrio institucional, sino que pretende elevarlo a la categoría de arte. Ello exigirá la elaboración de una nueva teoría política de Europa para enmarcar las futuras relaciones entre los Gobiernos, incluido el europeo, y los gobernados, y .entre los Estados entre sí. Pero nada se andará si no se consigue que la ciudadanía se sienta protagonista del despegue europeo, recalca Delors, quien a los 65 años lleva seis al frente de la Comisión Europea.

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Pregunta. ¿Cuál es el estado de salud de la Comunidad?

Respuesta. Todavía es bueno. La reactivación surgida con el objetivo del mercado único de 1992 y el Acta única ha producido todos sus efectos. Sin duda, la fuerte presión de los acontecimientos mundiales ha acelerado el ritmo en cuanto a la toma de posición en temas de política exterior. Se puede decir que la Comunidad vive desde hace un año como si dispusiera de un tratado más comprometedor en materia de cooperación política.

P. Pero ¿no cree que la historia va más deprisa que la Comunidad?

R. Creo que desde el impulso de 1985 [cuando se firmó la adhesión de España y Portugal] estamos todavía en una etapa de recuperación. Desde 1989 vivimos bajo la impresión de que el mundo entero no sólo reconoce el dinamismo de la Comunidad Europea en el plano económico, sino que también asume las consecuencias políticas de este protagonismo. Tras los acontecimientos en el este de Europa y en el Golfo, la Comunidad se enfrenta a un nuevo desafío. La necesidad de actuar juntos hacia el exterior es la motivación esencial y constituye el pulmón de la unión política.

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Acuerdo a 11

P. ¿Está todo hecho ya en materia de unión monetaria?

R. Lo ideal sería que los 12 países estuvieran de acuerdo sobre el mandato ratificado a 11 [con la excepción de la entonces primera ministra británica, Margaret Thatcher] en el último Consejo Europeo, celebrado en Roma. Falta acercar las posturas sobre cinco o seis problemas no menores, aunque creo que todos están ahora situados en la misma perspectiva: la unión monetaria y económica., con las dos innovaciones de una moneda única y de un banco central europeo.

P. ¿Ha observado algún cambio en la posición británica tras la llegada de John Major?

R. Es prematuro decirlo. El estilo sí es diferente. Habrá que verlo en las próximas semanas.

P. Sin embargo, se trata de la primera vez que las disensiones sobre la construcción europea provocan un cambio de Gobierno.

R. Ése es un problema interior británico. Sólo puedo referirme al debate surgido en el seno de la opinión pública británica. Del resto no tengo derecho a pronunciarme, aunque me siento interesado en tanto que ciudadano responsable.

P. ¿Se pretende que en la cumbre de mañana los 11 pasen a ser 12?

R. No, no creo que ello entre en las intenciones del actual presidente del Consejo, Giulio Andreotti. Pero no hay que olvidar que las conferencias intergubernamentales celebrarán el sábado su primera sesión y que en los informes de cada delegación figuran ya los documentos necesarios para empezar a trabajar en un acercamiento de las posiciones. No tiene nada de extraño que estemos más avanzados en la preparación de la unión monetaria que en la de la unión política, pues llevamos más tiempo trabajando en ello. El tema de la unión política es más amplio, porque integra la política exterior común, la política de seguridad, el aumento de competencias de la CE y la reforma institucional.

P. ¿En la construcción de Europa, el protagonismo ha de corresponderles a los Gobiernos o a la Comisión Europea?

R. Me encantaría que sobre este tema surgiera en todos los países un debate similar al que se ha producido en el Reino Unido. La cuestión planteada nos concierne a todos. Es inevitable preguntarse cómo pueden nuestros países ejercer conjuntamente su soberanía. Es irrelevante, por el momento, pararse a mirar cuántas veces se cita al Consejo o al Parlamento y por qué no se menciona a la Comisión. El verdadero problema es si los Doce consideran que comparten intereses esenciales y si, creen que los pueden defender mejor de forma conjunta. También hay que preguntarse por el nivel de ambición de nuestros pueblos, nuestras naciones y nuestro futuro. La historia es un silbato que nos llama y tenemos que responder, aunque sin consideramos los únicos patronos a bordo del destino de la Comunidad.

P. Pero el modelo institucional está en entredicho.

R. Lo más importante es la finalidad, es decir, cómo organizar el poder y las diferentes expresiones de la soberanía para alcanzar los objetivos buscados. Jamás he sido un dogmático en materia institucional.

P. ¿No observa una competencia cada vez mayor entre las palabras comunidad y unión?

R. Prefiero el término comunidad. Aún no he hecho la investigación histórica necesaria para saber quién acuñó ese vocablo, pero la palabra comunidad es más rica que unión, más que asociación, más que conjunto. La comunidad es un estado de espíritu, encierra una voluntad de querer vivir juntos según las reglas del derecho, porque somos también una institución política fundada sobre principios jurídicos. Sin el reconocimiento de la primacía del derecho no hay posibilidad de reforzar la democracia. Tampoco la hay de encarar una construcción sólida para regular no sólo las relaciones entre los ciudadanos, sino también entre los Estados-nación. Al mismo tiempo está el respeto fundamental, porque cada uno de nuestros pueblos tiene ante sí su pasado, su historia, sus esperanzas y sus angustias. Un esquema institucional jamás debe condenar el alma de los pueblos, la herencia de los Estados, los hábitos de vivir juntos, las aspiraciones que se transmiten de generación en generación.

P. ¿Existe ya un consenso sobre el objetivo final?

R. Estoy satisfecho de la cohesión alcanzada en la CE, pero hace falta un gran debate. Ahora es el momento de explicar que esta Europa no es sólo un logotipo, ni algo exclusivo de las élites. Afecta cada vez a más áreas de la vida y es una aventura colectiva.

P. Todo apunta a que se puede producir un desequilibrio entre una Europa integrada económicamente pero tan sólo concertada políticamente.

R. No será así. Habrá un proceso de ajuste dialéctico entre las dos conferencias intergubernamentales. No habría manera de funcionar con dos filosofías institucionales diferentes. Mi angustia actual es que nuestro reto invade de tal manera la vida de nuestros pueblos y naciones que debe probar su legitimidad. No basta un toque de varita mágica para realizar una reforma institucional que cambiará actitudes y comportamientos.

P. Si la Comunidad del futuro está abierta a otros países, ¿no corre el riesgo de situarse a una altura de integración inalcanzable para el resto?

R. Si la Comunidad ralentiza su proceso para esperar a los otros, ni siquiera será capaz de responder a las aspiraciones que estos mismos países se han planteado. Existen dos posibilidades. Antes de fin de siglo podemos ser muchos más -pienso en 24 miembros a algo así-, y entonces habría que cambiar las instituciones y dar más poder al centro. O bien la CE tendrá 12 o 14 miembros y existirá a la vez una confederación que abarcará a tod.a Europa, en la que estará integrada la URSS o algunos países de la actual Unión Soviética. En mi opinión, el objetivo es el mismo. Los europeos tienen muchos puntos de vista en común, y lo, importante es que, a pesar de las divergencias, siempre se reencuentran, sobre todo en los tiempos difíciles. Quiero recordar que la construcción de Europa tiene por objeto ser capaces de lo mejor y evitar lo peor.

P. En lo inmediato, ¿cuál será la respuesta a los países del Este y a la URSS?

R. La Comunidad tiene ante siel problema político clásico del despertar de la libertad y la salida de los regímenes totalitarios. Y también un problema menos clásico, como es la solidaridad profunda con países que pertenecen a Europa. Nuestra opción consiste en intentar ayudarles y trazarles una perspectiva que les dernuestre que forman parte de la familia europea. El siniestro es total debido a la crisis del Golfo y, el hundimiento del CAME. Para ser coherentes con nuestro discurso sobre el reencuentro de las dos Europas debemos ofrecerles una ayuda añadida.

P. En el caso de la URSS, ¿la opción es apoyar a Mijaíl Gorbachov?

R. Para la Unión Soviética, aparte de la ayuda alimentaría de urgencia, el objetivo es concretar el apoyo político dado solemnemente por los Doce a la perestroika de Gorbachov. El gesto económico que vamos a hacer mañana es el resultante de una resolución del Consejo Europeo de Dublín, que constituyó un acto de política exterior común.

Relaciones con EE UU

P. ¿El reciente fracaso de la Ronda Uruguay del GATT no representa una quiebra en las relaciones privilegiadas con Estados Unidos?

R. Aquí habría que separar, los problemas de forma de los de fondo. Respecto a la forma, tuve ocasión de decirle a George Bush que el estilo adoptado por sus ministros condenaba la conferencia de Bruselas al fracaso y contribuía a enturbiar el clima de los negocios, con evidentes repercusiones en las relaciones transatlánticas. Dentro de la CE, a pesar de las divergencias entre los Estados miembros, por qué Ocultarlo, éstos han dado prioridad a la afirmación de su unidad.

P. ¿Y en cuanto al fondo?

R. Los intercambios mundiales se verán favorecidos en la medida en que Estados Unidos y la CE, los dos elefantes del comercio mundial agrícola, logren ponerse de acuerdo en reducir las subvenciones y así permitir a otros competidores acceder a los mercados. La Comunidad está dispuesta a asumir sus responsabilidades, y es necesario un acuerdo, pero Estados Unidos tiene que hacer el mismo esfuerzo que nosotros. Nosotros necesitamos mantener en Europa un número mayor de agricultores que los que existen en EE UU.

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