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Tribuna:
Tribuna
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Lo que nunca muere

Los chistes sobre el pensamiento navarro o la inteligencia militar pertenecen al bagaje de los cómicos de entreguerras. Había otro que decía que a los gobernadores civiles siempre se les podía militarizar pero a los gobernadores militares era imposible civilizarlos. Ya no hay gobernadores militares, ni se hacen ese tipo de chistes, ni se espera encontrarlos entre las noticias de un diario.Eso es lo que afirmaba un lector que el pasado miércoles leyó, entre sorprendido e irritado, una noticia con el siguiente titular: El juez Garzón y el cabo Rosa, premio nacional Derechos Humanos. En ella se decía que al cabo de la Guardia Civil le habían dado el premio por "su lucha en favor del derecho a la sindicación y su esfuerzo por civilizar el cuerpo al que pertenece".

El lector, que dijo ser policía, indicó que la Guardia Civil es una institución muy civilizada, en nada salvaje, al servicio de la sociedad, y que lamentaba que algunos periodistas siguiesen colocando chistes malos, emboscados entre las palabras de una noticia.

El ombudsman preguntó al redactor de la información por la expresión utilizada y se enteró que la razón de haberla empleado era que fue la que usó el jurado que concedió el premio. Algún otro periódico, recogiendo la información de un portavoz de la Asociación Pro Derechos Humanos de España (APDH), dijo textualmente que el cabo Rosa había sido premiado "por su valeroso intento de civilizar la Guardia Civil...".

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Un miembro del jurado que concede los premios de la APHD confirmó al ombudsman que se había utilizado la expresión en las deliberaciones que llevaron a la concesión del premio, en el sentido de que existen procedimientos en la Guardia Civil, contra los que ha luchado el premiado, que deben ser civilizados. No había tampoco por su parte ninguna voluntad de hacer chistes malos. Tal vez la información debió haber precisado con mayor claridad la intención del jurado al razonar la concesión del premio.

Publicidad e ideología

"Desconozco el rumbo que lleva ese diario y sus necesidades económicas, pese a ser lector desde el primer número y saber de los cuantiosos beneficios que consiguen año tras año. Pero la publicidad que aparecía el pasado domingo en la sección de Internacional, página 4, me parece fuera de lugar. ¿Cómo un diario como EL PAÍS publica un panfleto integrista que desafía la verdad histórica, fomenta la superstición y el miedo, y hace propaganda del llamado Ejército Azul de Fátima, nacido en plena histeria de la guerra fría? ¿No existe ningún criterio para seleccionar la publicidad y aceptan cualquier anuncio? ¿Cualquier persona o grupo con el dinero suficiente puede comprar una página de la sección de Internacional para hablar de la conversión de Rusia? ¿Cuáles son los límites, si es que ustedes tienen alguno, para aceptar publicidad de tan claro contenido ideológico?".

A la pregunta de fondo del lector -cuándo ejerce la dirección el derecho de admisión, que se reserva para cualquier tipo de original, informativo o de publicidad- se añade, en este caso, una circunstancia adicional: el anuncio que irrita al lector estaba enfrentado, en la sección de Internacional, a tina página que informaba sobre el Vaticano. Alguien podía pensar que había una cierta intencionalidad.

El error, que la dirección reconoce, fue publicar el anuncio en la sección de Internacional. La costumbre del diario es no publicar los anuncios junto a informaciones con las que puedan estar relacionadas, a Fin de evitar paradojas y asociaciones de ideas inútiles.

Sobre el fondo de la cuestión -los criterios por los que la dirección veta un original- existe una gran discrecionalidad. Por ejemplo, este diario ha publicado como anuncios manifiestos políticos o religiosos de muy distinto signo, de organizaciones españolas o extranjeras. La razón de su publicación reside en la tolerancia del diario por todas las ideas, salvo aquellas que propugnan la violencia para alcanzar su fines o utilicen la publicidad para atacar o injuriar a personas o instituciones.

La decisión, en cualquier caso, de publicar o dejar de publicar un anuncio corresponde a la dirección del diario, que se reserva -y así está reconocido en el estatuto de la redacción- ese derecho.

El teléfono directo del ombudsman es el 754 45 53 de Madrid.

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