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100 familias de 'yonquis' denuncian a las autoridades por no combatir las drogas

Juan Antonio Carbajo

Un centenar de vecinos de San Fermín, en Usera, presentó ayer denuncia en los juzgados de la plaza de Castilla contra "las instituciones públicas", a las que acusan de un delito de "omisión en el deber de Socorro" y de inhibición ante los traficantes de droga. "Hemos visto morir a nuestros hijos y a los de nuestros vecinos" afirmaba una de las denunciantes. "Estamos acosados por los camellos. Así nadie puede rehabilitarse". Víctor Renes, presidente de la Asociación de Vecinos, afirma que 26 jóvenes han fallecido en los tres últimos años "y nadie ha investigado esas muertes".

El 18 de junio de 1984, Pablo Pardo, un joven de 18 años vecino del barrio de San Fermín, moría tras recibir cuatro disparos, en el número 16 de la calle de Atocha. Acababa de atracar un taller de joyería ubicado en el quinto piso del inmueble. La policía esperaba en el portal, donde se produjo el tiroteo que acabó con la vida de dos de los atracadores. Pablo Pardo había comenzado a inyectarse heroína dos años antes.Visitación, la madre de Pablo, era una de las vecinas del barrio de San Fermín que ayer acudió al juzgado a presentar una denuncia por "omisión en sus deberes" contra las instituciones públicas encargadas de "acabar con el tráfico de drogas" y prestar "mejor atención sanitaria" a los toxicómanos, según la denuncia.

"Fue una tarde cuando abrí la puerta de su habitación y le vi pinchándose. Le pregunté qué era éso y me dijo que una inyección, que no me preocupara. Yo no sabía entonces nada de drogas". La vida le ha dado a Visitación cuatro oportunidades para adentrarse en aquel mundo que desconocía. Sus cuatro hijos son drogadictos. Pablo y Francisca han fallecido -"a Pablo me lo mataron", explica-; el mayor, Luis Miguel, está en tratamiento de desintoxicación, y la pequeña, Paula, de 19 años, "hace la calle". "Mi nieto, el que me dejó mi hija Francisca, es el que me da fuerzas para vivir", afirma entre lágrimas.

Vidas destrozadas

No es difícil encontrar en el barrio de San Fermín vidas destrozadas como la de Visitación. "Mi sobrino se ha cortado las venas en la cárcel de Carabanchel porque no aguantaba el mono [síndrome de abstinencia]. ¿Por qué no le cuidan si está enfermo?", se queja otra vecina. Según los datos de Renes, 26 jóvenes han muerto en los últimos tres años."A partir de ahora vamos denunciar cada muerte, a pedir que se investigue", explica Renes. "Se está envenenando a la población consumidora".

Los vecinos quieren, en primer lugar, que desaparezcan los camellos y, con ellos, todo rastro de droga. "Hay tanta", comentan, "que los que se han conseguido rehabilitar caen una y otra vez", aseguran.

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Las manifestaciones, encierros y denuncias están, de momento, canalizando la indignación acumulada durante 15 años por vecinos de barrios como el de San Fermín. Pero se sienten impacientes. "El siguiente paso, si no nos hacen caso, será quemar con gasolina las chabolas de los camellos", dicen algunos de los familiares de drogadictos.

Representantes de la Coordinadora de Barrios, de Madres Contra la Droga y de la Asociación de Vecinos de la Comisa de Orcasitas también se sumaron al acto de ayer. Los vecinos justifican las denuncias en el incumplimiento de los artículos del Código Penal que hacen referencia al deber de impedir la comisión de delitos y el deber de socorro.

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