El hombre de la Montaña
Juan Hormaechea, presidente de Cantabria, un político populista que actúa por libre
Juan Hormaechea es un populista, con un carisma que arranca de una probada capacidad para embellecer Santander y una sorprendente osadía para llamar la atención, presumiblemente convencido de que sus alardes por mostrarse singular le granjean la admiración de sus paisanos. Querido y odiado, admirado y despreciado, es uno de esos personajes que pueden suscitar cualquier sentimiento menos el de indiferencia.
Es el alcalde que recuperó como parque público para Santander la península de la Magdalena y que a la vez impuso una pequeña modificación del entorno rocoso para construir un zoológico; es el creador en las proximidades de la capital de un parque natural que en pocos meses han visitado 700.000 personas y también el responsable de haber invertido en ello nada menos que 2.000 millones de pesetas; es el promotor de la construcción del primer palacio de festivales pero también la autoridad bajo cuyo mandato se inició una obra presupuestada en 1.500 millones de pesetas y cuyo coste final rondará los 4.000 millones. Y es, a la vez, un ególatra que ha colgado su retrato en el victoriano palacio de la Magdalena, un echaó palante al que no sonroja la chulería, un representante del Estado que, según sus adversarios, adopta frecuentemente actitudes y expresiones impropias, maleducadas, soeces.El actual presidente de Cantabria, abogado, de 51 años, es alguien de quien se puede hacer una descripción como ésta, en una semblanza improvisada por quien fue colaborador suyo cuando ejerció, durante 10 años, como alcalde de Santander: "Cuando me llamaba, me echaba a temblar, sentía un amago de infarto. Es un hombre capaz de arrojar un expediente a la cara de un concejal que lo había tramitado mal y descargar sobre él una cascada de insultos, pero impone por su clara inteligencia y su indudable capacidad de trabajo y gestión. La verdad es que casi todos nos alegramos mucho del día que dejó el Ayuntamiento para ir a la presidencia de la comunidad".
Hormaechea es una personalidad sui géneris capaz de abandonar repentinamente el despacho presidencial y dirigirse en la calle a un titiritero que hacía bailar con su música a un añosa cabra para darle 2.000 pesetas. Eso sí, le hizo firmar un recibo de que acababa de ingresar una subvención de la Comunidad Europea por ser propietario de una especie protegida. Con la misma soltura y naturalidad, el presidente del Consejo de Gobierno de Cantabria acudió al aeropuerto de Parayas, acompañado de su esposa, para recibir a Sultán, un toro semental adquirido en Canadá por unos 100 millones de pesetas para fertilizar la ganadería cántabra.
Independiente
En política sigue sólo sus propias intuiciones, no se priva de materializar sus caprichos y no admite más disciplina de partido que la que se imponga a sí mismo. Candidato independiente en la lista de Alianza Popular (AP) ante las elecciones autonómicas de 1987, su luna de miel con AP cuando resultó elegido presidente autonómico apenas duró una semana. Antes incluso de haber constituido el Consejo de Gobierno, arremetió contra su Grupo Parlamentario y proclamó que AP podía conseguir lo que no habían logrado los socialistas: su retirada de la política.En el Parlamento autonómo, ha tenido que encajar dos reprobaciones, pero en vez de sentirse desautorizado intentó la contraofensiva de presentarse como víctima de la intolerancia y el sectarismo; en la primavera de 1988 fue suspendido de sus funciones de diputado por llamar "hijo de puta" a un diputado de la oposición. Fajador y correoso, Hormaechea comparó la sanción con prácticas propias de antiguas dictaduras y no vaciló en acusar al presidente de la Cámara, el catedrático jubilado Eduardo Obregón, de grabar las conversaciones privadas de los diputados mediante micrófonos-espías, "una instalación propia de una demencia senil", apostilló. Eduardo Obregón presentó pocos días después una querella por injurias.
Hormaechea está lejos de entenderse con el alcalde popular de Santander, Manuel Huerta, y con el delegado del Gobierno de la nación, Antonio Pallarés. Hace sólo dos años emprendió simultáneamente acciones judiciales contra sus respectivas instituciones. Al Ayuntamiento le acusó de no cumplir un decreto en materia urbanística aprobado por el Consejo de Gobierno y a la Delegación del Gobierno de negarse a utilizar las fuerzas de seguridad del Estado que le había pedido a fin de paralizar una obras municipales.
Los tres años de legislatura autonómica están plagados de incomprensiones y deslealtades entre Hormaechea y el Partido Popular, aunque quizá no se culpable en exclusiva el presiden te del Consejo de Gobierno sino también quienes tanto han permitido su presidencialismo. En abril de 1989 se negó a participar en la campaña del Partido Popular (PP) ante las elecciones al Parlamento Europeo. Se fue al otro lado del Atlántico so pretexto de que era imprescindible en Canadá para la firma de un plan de mejora genética de la ganadería cántabra.
Hormaechea se ha encontrado con que ha sido una mujer cántabra, diputada del PP, Isabel Tocino, quien desde su propia órbita política le ha criticado con más crudeza e incluso indignación. Hace sólo dos meses le acusó de despilfarrar el dinero público y de haber sumido a Cantabria en un endeudamiento de más de 50.000 millones de pesetas.
Hormaechea promovió una respuesta de solidaridad con él y dos días después 145 destacados miembros del PP elogiaban en un manifiesto su gestión al frente de Gobierno regional. Hormaechea no tuvo inconveniente en encabezar las firmas de solidaridad consigo mismo.
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