_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

En tren

De cuando en cuando, como unos ejercicios espirituales de la distancia, decidimos viajar en tren, y nos gusta imaginar nuestra nariz de niño aplastada de nuevo entre la curiosidad y el cristal del primer televisor que conocimos. Por más que intenten modernizarlo con vídeos ortopédicos y azafatas sin alas, las ruedas de los trenes siempre acaban enredándose en el siglo XIX, y la velocidad es historia, y el traqueteo, su latido. Montarse en un tren es aceptar que más allá de las carreteras y los aeropuertos existe también un mundo sin fachadas. Los raíles son como una pequeña sutura que penetra en el dolor periférico de las ciudades y que perfuma el paisaje con soplos de brea y carbonilla. Vistos desde el tren, los vertederos del arrabal son mera geografía, y las chabolas parecen ese cine neorrealista desde donde Anna Magnani agita la mano y saluda nuestro paso.Luego están esos pasajeros cerúleos y callados con cara de Machado o de Pessoa, de Azorín o de Salvat-Papasseit, que la compañía ha sentado allí para que nos sintamos vivos y fecundos en esta enorme herramienta de hacer literatura que es el ferrocarril. Sólo aquí se conservan esas palabras que algún día acompañaron el progreso de las máquinas y que hoy sorprenden el regreso hacia la infancia: factor, consigna, tinglado, retrete, caldera, jefe de estación... Palabras que se repiten todavía junto a escenografías inmortales de semáforos enanos y silbatos agoreros.

En tiempos supersónicos, el tren es un viaje interior hacia las primeras miradas y las primeras despedidas. Sólo en las estaciones, los pañuelos del adiós se pegan en los dedos y los besos de andén vuelan más aprisa que los puentes aéreos. De cuando en cuando, el mundo cabe en la mesa del comedor, y tras las ventanas creemos ver en el horizonte los ojos enormes del niño que fuimos contemplando nuestros pequeños amores de maqueta.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_