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Linaza recuerda como un "martirio" su detención por la Guardia Civil

VICORINO RUIZ DE AZÚA Tomás Linaza Euba calificó ayer de "martirio" el trato recibido durante su detención por la Guardia Civil en mayo de 1981, primero en Bilbao y luego en Madrid, ante el tribunal que juzga a 12 miembros del instituto armado acusados de torturarle y encubrir los malos tratos. El testigo dijo que no guarda rencor y que ha perdonado a quienes le golpearon.

Linaza, de 65 años, trabajaba en una cantera de Lemona (Vizcaya). El 14 de mayo de 1981 fueron asesinados allí dos guardias civiles, en un atentado de ETA. Linaza fue detenido y conducido al cuartel de La Salve. Según relató al fiscal, sufrió. dos o tres interrogatorios y recibió cachetes, empujones y un puñetazo que le hizo sangrar.El día 15, después del funeral de los guardias, tres agentes de uniforme penetraron en los calabozos y le advirtieron: "Te vamos a machacar. Luego te rematarán las viudas de los compañeros". Inmediatamente la emprendieron a "cacharrazos" con él, siempre según su testimonio. "Me dieron una verdadera paliza y me dejaron echado, hecho un trapo. Querían que gritara bien alto 'viva España' y 'viva la Guardia Civil", relató.

Alguien le recogió más tarde en el calabozo, según recuerda, le levantó del suelo y le dio ánimos. Uno de los procesados acusado de prevaricación, el guardia Miguel Caballero, reconoció el lunes haber ayudado al detenido que estaba babeante y tirado en el suelo, después de devolver. Caballero, no obstante, afirma que el detenido estaba en buen estado, no presentaba signos de haber sido maltratado y sólo intentaba inspirar lástima.

Pomada que hace milagros

El testigo fue trasladado a Madrid en la madrugada del día 16, a unas dependencias para él desconocidas porque fue obligado a penetrar y a salir luego hacia la Audiencia Nacional encapuchado. En Madrid, afirma, también fue golpeado. Los guardias le aplicaban sobre los hematomas pomada Tamtum porque "es lo mejor y hace milagros", según le explicó uno. La Audiencia Nacional le dejó en libertad incondicional y un forense certificó las lesiones, hematomas y esquimosis que presentaba.

El testigo reconoció a dos guardias que le golpearon en interrogatorios, acusados ahora por el fiscal de malos tratos y tortura, y a un tercero que lo presenció sin participar. Pese a haber acudido a 43 ruedas de reconocimiento por las que pasaron más de 350 guardias civiles y más de 120 personas de relleno, no ha logrado identificar a los tres que le apalearon tras el funeral. "No me dejaban verles la cara", explicó ayer.

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