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Reportaje:

El pequeño teatro de Chueca

Elsa Fernández-Santos

Chueca tiene dos escenarios: uno, su pequeña y hampona plaza, y otro, la sala de teatro independiente Ensayo 100. Mientras en la plaza se reúnen travestidos, traficantes de droga de poca monta, yonquis y prostitutas, enfrente, en el local Ensayo 100, se representa, en 70 metros cuadrados de suelo y paredes negras, la obra A lo mejor, mujer para un máximo de 63 espectadores. "Nos gusta este lugar. Es una plaza preciosa, y esto es una forma de recuperarla", dice Miguel Escutia, uno de los 10 integrantes del grupo de teatro que dirige desde hace tres años Jorge Eines."La gente que va a Ensayo 100 no es la misma que viene a la plaza. Parece gente vanguardista, con inquietudes culturales", dice Reina Losada, un travestido de 35 años. "Me gustaría entrar algún día, pero me da miedo pensar que puedan mirarme mal. Además, yo a estas horas también tengo que trabajar", concluye Reina.Jorge Eines, eje de Ensayo 100, conoce los problemas que supone estar en un lugar conflictivo. "Nunca hemos tenido problemas con la gente de la plaza. Sabemos que nos perjudica porque a muchas personas les da miedo venir por la noche, pero en los tres años que llevamos aquí nunca ha pasado nada. Respetan nuestro espacio. Además, gracias a ellos este local no es tan caro".Trabajo repartido

El local donde está Ensayo 100 era hace tres años, antes de estar en manos de este grupo de teatro, el estudio de un escultor-peluquero que hacía esculturas con pelo. Los 10 miembros del grupo se reparten todo el trabajo de la sala, y se turnan labores de obra a obra; además cuentan con 70 socios que pagan una cuota mensual de 1.000 pesetas, por la que tienen derecho a dos localidades siempre que quieran.La última puesta en escena, A lo mejor, mujer, la representan dos de las actrices del grupo: Carmen Pardo y Carmen Valls, que cuando no actúan son auxiliar de clínica y maestra, respectivamente. En la obra, escrita por Eines, son madre e hija, actrices y amigas que comparten sus pensamientos e inquietudes. Mientras unas 50 personas ven en el pequeño espacio el espectáculo de la sala, en la plaza mujeres como Reina y chicos como Rafa, que trafica con droga desde hace ocho años, montan su propio espectáculo. A ellos les agrada el ambiente que rodea a la sala."Yo no he entrado nunca, pero porque no me han invitado", dice Rafa, para el que las 600 pesetas que cuesta la entrada son muchas pesetas. Como para Daniel Galán, de 52 años, dueño de la fábrica de patatas fritas El Patio de Chueca. Ni él ni su mujer, Concepción Hernández, han ido nunca a la sala, aunque saben que existe y que de los frutos secos y patatas que venden desde siempre, ahora también se nutren los espectadores que vienen para ver el espectáculo teatral. Aunque sus verdaderos clientes son el grupo, mucho más grande, que se reúne en la plaza.

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Sobre la firma

Elsa Fernández-Santos
Crítica de cine en EL PAÍS y columnista en ICON y SModa. Durante 25 años fue periodista cultural, especializada en cine, en este periódico. Colaboradora del Archivo Lafuente, para el que ha comisariado exposiciones, y del programa de La2 'Historia de Nuestro Cine'. Escribió un libro-entrevista con Manolo Blahnik y el relato ilustrado ‘La bombilla’

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