Política
Dice Alfonso Guerra en Nueva York que el libro de Juan, desde el punto de vista de lo humano, con relación a ciertos grupos y sectores que son relativamente lo que son, pues se firma no sé bien por quién ni dónde, pero, eso sí, se firma absolutamente. O sea, un lío, y un estupendo ejemplo de esa manera, tan política, de decir sin decir y desdiciéndose. Van a tener que empezar a re partir manuales para poder entender los circunloquios de los líderes. Porque la política se está convirtiendo en una especie de oscuro saber críptico e iniciático. En una disciplina sólo al alcance de egiptólogos y profesionales de los crucigramas. Si González habla de habitabilidad, pongo por caso, ¿está que riendo decir en realidad "que se pudra Leguina", tal y como los exper tos me traducen? Y si Guerra barrita cuando se le acerca un parla mentario en el Congreso, ¿significa que ha caído en gracia el diputado, que ha caído en desgracia o que el vicepresidente ha cogido un catarro? De seguir así, acabaremos te niendo que interpretar (¡horror de horrores!) incluso los temblores de mofletes de Múgica. Se diría, en fin, que nuestros líderes se pasan la vida conspirando y despellejándose afa nosos las espaldas. Lástima. Porque una pensaba que la política era otra cosa. Que política es acabar con condenas tan alucinantes como la de Sáenz de Santamaría por aborto. O evitar que los viejos mueran de miseria y de mugre en residencias clandestinas. O meter mano de ver dad a los bancos: si, como parece, colaboran en delitos fiscales con las cuentas secretas, que se les caiga el pelo. Todo esto, y más, es para mí la política, y no esa especie de conspi ración de Reader`s Digest para ver quién es partidario de cuál y quién no se afunta, o qué maldito cambalache de crisis pare al fin el pelma de González. A mí me parece que al país no le interesa este trajín de pe queñas miserias: la política, y la vida, son otra cosa.
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