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GENTE

Ramón Armengod

Un diplomático, entre la crisis de los misiles y la invasión de Kuwait

Ramón Armengod, de 61 años, embajador de España en Jordania, vive su cuarta crisis internacional desde que ingresó en el cuerpo diplomático: "Soy fatalista, me viene de la componente oriental que todos los españoles tenemos en nuestro carácter", asegura retirando los télex cifrados que estos días han amenazado con comerle.Armengod fue el primer embajador de España en Kuwait En ese rico desierto preñado de oro negro tuvo que hacer frente a la primera crisis energética mundial. Corría 1973, y ese año marcaría un cambio profundo en la realidad mundial. Entonces tenía 46 años y no sabía que, casi al final de su carrera diplomática, el pequeño emirato iba a envolverle en un torbellino agotador de rehenes y tambores de guerra. Afloja el nudo de su corbata y parpadea con frecuencia: "Se siente una angustia profunda cuando ves que tu colonia y tus colegas no pueden salir. Te acuerdas de lo que has hecho, percibes que has construido sobre la arena y sabes que tiene que volver a empezar".

Él está convencido de la autenticidad de la copla de La vida breve, de Manuel de Falla: "Malhaya quien nace yunque en vez de nacer martillo": Y mira en derredor con desesperación. La crisis del Golfo cogió al embajador mudándose de residencia y con la nueva Embajada a medio construir.

"En 1972 me tocó establecer la Embajada de España en Kuwait e iniciar relaciones diplomáticas con los países del Golfo -Bahrein, Qatar, Emiratos Árabes Unidos y Omán- A esos dos hombres que ha visto salir de mi despacho los contraté yo personalmente. Ahora han tenido que huir, como muchos otros, del emirato desaparecido y nuevamente trato de darles un trabajo", afirma.

Este valenciano de cejas enormes y pelo entrecano, casado con una castellana menuda y asustadiza, no cree en el destino como tal, pero se pasa las manos por la frente y sonríe cuando se acuerda de que su primer puesto como diplomático fue en Cuba, y le tocó vivir la crisis de los misiles. "Lo de ahora no tiene nada que ver con aquello. He llamado a Madrid y me están instalando un nuevo télex vía satélite. Entonces estuvimos sin valija diplomática desde septiembre hasta abril, y sólo de vez en cuando recibíamos un telegrama".

Para el embajador sólo existe un punto en común entre una crisis y otra: "La proximidad del conflicto bélico". Por ello, insiste en que "si no hay una salida, hay que inventarla". Como sus colegas de Ammán, se siente ahora más relajado, una vez que ha pasado el día D: el viernes 24, en que se cumplía el ultimátum de Irak para que todos los países abandonaran sus sedes diplomáticas en Kuwait y los de la Comunidad Europea y Estados Unidos se negaron a obedecer. Pero insiste en que la división del mundo árabe es muy grave y que, en caso de conflicto, gane quien gane, las relaciones entre Occidente y el mundo árabe van a salir muy mal paradas.

Armengod recuerda que en 1982 vivió como cónsul en Jerusalén la invasión israelí de Líbano, e insiste en que, a la larga, su carrera le aporta el buen sabor de boca de hacer la paz y evitar los conflictos. "El fin de una crisis por la vía diplomática es una afirmación de que nuestra labor es útil y necesaria", señala Armengod, quien por un momento deja de lado su pesimismo natural y concluye: "Tenemos que irnos a tomar unas copas a esos lugares de moda de Madrid".

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