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NOCTURNO MADRILEÑO

Turistas por un día

Los viajeros ocupan sus asientos con ese entusiasmo de quienes se desplazan sin más objetivo que el jolgorio. No hay rasca mañanera ni sopor de sobremesa cuando uno madruga para ser turista por un día. Es la segunda edición de una serie de itinerarios por las cercanías madrileñas que Renfe bautizó Trenes turísticos y que organiza con agencias de viajes, ayuntamientos, diputaciones y patronatos de turismo implicados en una docena de itinerarios con un máximo de dos días de duración. La historia que muchos asociarán con el pionero Tren de la Fresa, precisamente de vacaciones en agosto, propone algo tan simple como pasar un día en Cuenca, Toledo, Ávila, el monasterio de Piedra... o un fin de semana en Cáceres, Palencia y las tierras del Cid.¿Recuerdan una ruta convenientemente llamada Camino de Soria, que hace un año practicaba el intercambio oportunista y publicitario con una canción? Pues en esas estamos. Pero no hace falta ser extranjero para llegar a la estación de Atocha a las nueve de la mañana y sentarse en uno de los vagones del tren, aunque en ocasiones sucede que nuestro idioma sea una minoría.

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Fines de semana

Torre de Babel

Con los asientos a rebosar de jóvenes bronceados y sitiados por un mantón de mochilas la locomotora se convierte en una torre de Babel. Por 1.500 pesetas o sólo 1.000 antes de apagar las 12 velas, uno llega a Toledo a las 10.30 de la mañana y hasta las 7.15 de la tarde recorrerán en grupo el Alcázar, la Puerta de Cambrón, San Juan de los Reyes, la Sinagoga, la Casa del Greco y la iglesia de Santo Tomé, hasta la hora del almuerzo, que corre por cuenta de cada bolsillo También es posible que, después de las explicaciones algo surrealistas, un sector de los 130 viajeros decidan caminar solitos por la historia judía y visigoda, aliviando en parte la labor del cicerone que, entre el parloteo de sus custodiados se verá irremediablemente conducido a la afonía. Un par de amigas que viajan con un niño abandonan la caravana justo después de ver el Entierro del Conde de Orgaz en la sofocante iglesia de Santo Tomé. "Comemos por aquí cerca y nos vamos a una piscina. Hace demasiado calor para subir cuestas. ¿La catedral?, ya la veremos en otra ocasión. El precio del tren turístico -unas 600 pesetas más que la tarifa normal-, incluye traslados en autocar, azafatas, guías y entrada a todos los recintos, que pocas veces superan los 20 duros. También cada viajero lleva entre sus útiles, un plano de la ciudad, cortesía de la organización, donde se detallan los principales monumentos, dentro de un recorrido convencional y apresurado. A la puerta de cada visita se venden mazapanes que aguantan milagrosamente la treintena de centígrados. Los extranjeros quieren saber qué demonios será una carcamusa y nos ponen en el aprieto de determinar exactamente qué víscera del pollo, hígado o molleja, van a deglutir. Entre tizonas, montantes, espadones, cimitarras y otros filos típicos del lugar, sobra la calculadora para que el sector hispano del periplo haga aspavientos ante los precios de los souvenirs. "No me extraña que ya no vengan turistas", comenta una señora madrileña que viaja con su hijo y que "quería enseñarle la ciudad pero me da pereza- venir con el coche hasta aquí. Por estas callejuelas no hay quien se ponga al volante". Bajo las alas del ángel que custodia el bombardeado Alcázar, la excursión se uniforma otra vez. De manera milagrosa y proporcional al grado de extranjería, los turistas mantienen las fuerzas y cantan sevillanas durante el regreso.

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