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CRONICAS DE VERANO

El viaje amenazado

La salida del tren expreso Madrid-Algeciras, también conocido por la Estrella del Estrecho, estaba prevista para las nueve de la noche del pasado día 18. A partir de las nueve y media, grupos de pasajeros empezaron a bajar al andén con el objeto de informar se sobre las causas del retraso. El personal de servicio en el tren, y el interventor a su cabeza, respondían confusamente. "¿Es que han puesto una bomba?". "No creo", fue la contestación poco tranquilizadora de los responsables del convoy. En la mañana de ese día habían hecho explosión varias cargas en las vías de Arévalo, además de un coche-bomba en Burgos. Al igual que la línea MadridBarcelona, la de Madrid-Sevilla se ha presentado como uno de los objetivos de la campaña veraniega de ETA.El Estrella del Estrecho, acabó partiendo a las diez menos cuarto sin ninguna clase de -aviso para los desprevenidos. Bastantes pasajeros y algún que otro revisor tuvieron que subir en marcha. Al interventor del tren, el señor Sáez, sus superiores le habían alegado "dificultades técnicas". "Una caída del tendido del tren", llegó a alegar uno de los literistas.

En la salida, el vagón restaurante echaba humo por todas las salidas. El extractor no pudo funcionar hasta que el tren se puso en marcha. La clientela había aguantado estoicamente los cuarenta grados de temperatura ambiente y una humareda asfixiante con el objeto de apoderarse de los habituales bocadillos tostados de nuestra red nacional de ferrocarriles. No son lujos lo que sobra en el monopolio.

La larga hilera de vagones parecía llena hasta los topes e incluso haber extendido sus localidades a los pasillos. Pero hubo deserciones. La amenaza sobre los ferrocarriles, que pesa hasta el día 27 de este mes de agosto, suele echar para atrás a más de un viajero con plaza reservada. 48 horas antes fue imposible encontrar una plaza libre de cochecama. Sin embargo, minutos después de la partida del tren, hubo oferta suficiente como para elegir entre departamentos con ducha o sin ella. Según el interventor, es frecuente y lógico que estas cosas sucedan.A la mañana siguiente, con otra tranquilidad, y preguntado por la verdadera causa del retraso, el señor Sáez aseguró que su obligación es comunicarla a los pasajeros siempre y cuando se la comuniquen oficialmente a él. La cosa se quedó en "dificultades técnicas". Sencillamente. Ésa será la respuesta con la que el viajero se apee en la estación de destino con más de una hora de retraso y alguna inquietud más en su equipaje. No es lo peor que pudiera haber pasado.La sensación de viajar en un tren amenazado, y en el que las explicaciones no brillan por su claridad, ayuda poco en la larga noche de batidora que se sucede sin interrupción. Dormir en un expreso requiere virtudes que son mezcla de equilibrista y de paracaídista. El interventor, por poner un caso entendido, no se ha acostumbrado todavía a dormir en los trenes.

Tiranteces

Con amenazas o sin ellas, el ambiente de los vagones tiende a una normalidad tirante. Los trenes del sur extienden una atmósfera que los distingue rápídamente. En un pequeño espacio pueden reunirse, un grupo de hippies con el look de los años 60 o perestroika actual, en tránsito hacia las comunas más cálidas; labriegos chaparros y morenos cuya estructura ósea es una novedad para el urbanita y que miden el vino en arrobas; marroquíes dispersos que se enzarzan en una conversación que les dura toda la noche; parejas de caballeros homosexuales que se tienden lazos por encima de las mesas de la cafetería; ex drogadictos que se aferran a los mostradores y que se niegan a pagar el billete de tren; bandas de americanos que duermen junto al aire acondicionado; algún japonés aterrado por el espectáculo y que empieza a presentir un clima de inseguridad en lo que le rodea.

El personal del tren también sabe distinguir entre los trenes del Norte y del Sur. "Los peores son los que van a Marbella y por ahí. Te salen grupos de gamberros que te dan la noche", dice un empleado. También circulan grupos de mendigos profesionales que vagabundean de una ciudad a otra y que piden "doscientas pesetas para un chocolate con churros" a eso de las doce.

A pesar de que la parroquia tiene pólvora suficiente para armar una traca nocturna, lo cierto es que las horas pasarán sin novedad y sólo de tarde en tarde se escuchará, en algún retazo de conversación, el temor a la bomba. Acaso, la tranquilidad exagerada que viene después de la una, teniendo en cuenta las posibilidades del personal, tenga que ver con eso."Yo, tranquilo, lo que se dice tranquilo, no es que vaya", comenta Sáez mirando por el amanecer de la ventanilla, juntando y separando las manos, mientras los ojos le chispean tras una noche de mal dormir. "Además, no se crea usted que ponen las bombas para que uno las vea. Las dejan bien ' metidas. Fíjese lo que pasó el otro día en el camino a Gijón. La vía ya estaba revisada".

Otros sacan provecho de esta situación. Son las compañías piratas de autobuses que proliferan desde hace cinco o seis años. Se colocan en la entrada de las estaciones y van informando a los pasa eros de una amenaza de bomba generalmente falsa. Por módicos precios y jugando con la inquietud de la gente, hacen el mismo recorrido que el tren.

El Estrella del Estrecho llegará sin novedad a Algeciras. Y allí, la bruma caliente que viene de África, aleja los peligrosos fantasmas de una banda del Norte.

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