Trágica conquista
Luis Yáñez, secretario de Estado español para la Cooperación Internacional y presidente del Instituto de Cooperación Iberoamericana, hablando de la conquista de América ante el Consejo Mundial de Pueblos Indígenas, reunido en Noruega, dijo que la Corona se preocupó siempre por la defensa de la dignidad del indígena". Y añadió: "La ecuanimidad de los monarcas fue a menudo desoída por ambiciosos funcionarios" (EL PAÍS, 13 de agosto).El señor Yáñez reduce así la apreciación del comportamiento de los protagonistas de la conquista a una dicotomía entre conquistadores malos y culpables y reyes inocentes y buenos.
Olvida por lo visto las cédulas reales que dieron por esclavos a los chiriguanaes de Perú, a los chichimecas de México y a otros pueblos de las Indias. Tampoco parece recordar la cédula que el 26 de mayo de 1608 Felipe III firmó en Ventosilla, por la que dispuso: "Que todos los Indios assi hombres como mugeres de las Prouincias reveladas de el dicho Reyno de Chile, siendo los hombres mayores de diez años y medio, y las mugeres de nueve y medio, que fueren tomados, y captiuados en la guerra por los Capitanes, y gente de guerra, y Indios amigos nuestros, y otras qualesquiera personas, que entiendan en aquella pacificacion: dos meses despues de la publicacion de esta mi prouision en adelante, sean avidos, y tenidos por esclavos suyos y como tales se puedan servir de ellos y venderlos, darlos, y disponer de ellos a su voluntad" (Diego de Rosales, Historia General del Reino de Chile, Flandes Indiano).
Entre los episodios mayores de la historia de la humanidad, la conquista de América es uno de los más complejos y trágicos. Por eso, en lugar del cómodo enfoque simplista del señor Yáñez, el llamado descubrimiento y la conquista merecen el prisma descarnado de la objetividad histórica. De ese modo, y sólo así, esos acontecimientos desgarradores y esos personajes -reyes de España, emperadores indígenas, navegantes, caciques, sacerdotes, conquistadores y naturales de las Indias- se nos presentarán con las luces, sombras y claroscuros de sus rasgos verdaderos.
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