Profesionalidad nuclear
Me refiero, con preocupación, tanto a la noticia de su corresponsal en Tarragona, aparecida en la edición de EL PAÍS del 11 de agosto de 1990, como al contenido del editorial publicado en su edición del día 13.Digo con preocupación, porque las inexactitudes contenidas en la noticia de su corresponsal, al referirse a la marcha de la central, antes del incidente del 19 de octubre de 1989, malogran el funcionamiento de una instalación que se distinguió siempre por una regularidad y una profesionalidad reconocidas por el propio Consejo de Seguridad Nuclear.
Decir que "el equipo que originó el incendio sufrió tres averías un mes antes del accidente" es deformar la realidad de los hechos, ya que las averías descritas en el texto nada tuvieron que ver con el incidente posterior; ni fueron silenciadas a las autoridades reguladoras; ni se debieron a falta de mantenimiento; ni pueden imputarse a obsolescencia alguna del equipo.
Mi preocupación, sin embargo, más que por el hecho de las inexactitudes señaladas, que no contribuyen ciertamente a crear una opinión bien informada, viene por los conceptos del editorial titulado Riesgo bien servido, que no solamente pone en entredicho la actuación de Hifrensa, sino las actuaciones de las autoridades reguladoras y energéticas.
Ni ha habido irresponsabilidad, ni conducta peligrosa alguna, ni incumplimiento contumaz y me parecen graves estas afirmaciones cuando a la vista está el resultado de un incidente declarado en la parte convencional de la central, que se resolvió, pese a las complicaciones derivadas, sin daño para las personas ni el entorno.
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