Incultura atroz
Después de leer el artículo del profesor Saavedra (8 de agosto de 1990), magistral por lo contundente, y que describe la triste realidad de la fiesta nacional, ¿qué se puede esperar? Desgraciadamente, que sigan las cosas como están. Que su periódico como los demás continúen dedicando en sus páginas espacios taurinos para que no mermen las ventas. Porque, después de todo, ese artículo es de opinión, y todos podemos opinar.Ahora bien, la opinión que respalda esta realidad que se describe sigue siendo la del económicamente más capaz, la de un pueblo inculto en sus dirigentes y en sus dirigidos. Porque es incultura, y lo es de un modo atroz, no querer reconocer que el toro tiene un sistema nervioso idéntico al nuestro en lo que se refiere a la percepción del dolor.
Valga, pues, el documento que hace al caso como un testimonio más que nos pueda redimir, en parte, ante generaciones futuras y ante la opinión pública de los pueblos cultos de nuestro mundo- Profesor de Filosofía de la Universidad Complutense.
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