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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

El club del poeta muerto

El pasado 28 de julio el señor Rodríguez se lamentaba del olvido que pesa sobre la figura del poeta Folch, a quien considera -no sin cierta razón- como el mejor de la generación de los 50. Pues bien. No es cierto que sus compañeros le silenciaran sistemáticamente. El propio Carlos Barral, en el primer volumen de sus memorias, Años de penitencia, le dedica un largo, cálido e inolvidable homenaje de veinticinco páginas, casi el diez por ciento del total. Siempre que pude conversar con Carlos, Jorge Folch estuvo presente en el diálogo, de una forma u otra. Y otro tanto sucedió con Gil de Biedina, quien, a pesar de no ser íntimo de Folch, me ofreció respetuosas y acertadas opiniones sobre el personaje.En cuanto a las publicaciones, sin ser abundantes, existen y suelen hacerle justicia. En 1976 apareció la Antología parcial, a cargo de Jaime Ferrán, en la que por supuesto figuran una buena docena de poemas de Folch, junto a los presumibles de Costafreda, Barral, Goytisolo, Gil de Biedma, etcétera. Sin embargo, García Hortelano, en su antología El grupo poético de los años 50, no lo incluye, quizá porque el poeta había muerto dos años antes. En cualquier caso, sí lo recuerda Carmen Riera en su elaborado La Escuela de Barcelona, Premio Anagrama de Ensayo 1988, donde las referencias son numerosas, habida cuenta que Folch murió muy tempranamente. Los poemas completos del que fue sobrino nieto de Santiago Rusiñol son ciertamente dificiles de conseguir. Fueron publicados por el padre, el gran empresario catalán Folch Girona, en una edición póstuma de pocos ejemplares. El hecho de que su obra completa no fuera reeditada se debe, no tanto a la indiferencia de sus companeros, como a la voluntad de la familia del poeta, alguno de cuyos miembros no perdonó al poeta muerto muchas de sus excentricidades. Sirvan estas líneas para honrar a un autor poco común, rara mezcla de Lorca catalán y Ricardo Reís pessoano, que cultivó una romanidad decididamente insólita, pura y sensual en una España que malvivía el castigo de la posguerra. Pero produce desconsuelo que sus poemas, dignos de figurar entre lo más original de la poesía castellana de nuestro siglo, sean patrimonio de unos felices pocos, entre los cuales para mi fortuna me cuento.-

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