Los lindes de 'la cosa'
Andan por Italia buscando la cosa, desde la izquierda, exclusión hecha de los seguidores de Craxi. La derecha, entre tanto, se limita a buscarse la pulga, tranquilamente. Si las mujeres no ponen remedio, seguirá mandando aquélla.¿No andamos, en nuestros pagos, buscando la cosa? Convengamos en que para una parte predominante de nuestra izquierda (económica) el único orden o sistema de política económica claro ahora es la socialdemocracia, con todas sus consecuencias. No hablemos de economía social de mercado, que es término muy ambiguo, ni de economía de mercado sin más, que es instrumental amén de muy manoseado. Hablemos de capitalismo corregido.
La evidencia es, en ocasiones, muy simple: el capitalismo es un sistema histórico e institucional altamente desarrollado y con frutos palmarios al que la izquierda socialista no ha encontrado, por el momento, alternativa de organización social eficiente, o sea, que funcione razonablemente bien. Los defectos y costes en el funcionamiento de esto que se ha venido en llamar también economía de mercado han de ser el objeto de corrección por parte de la izquierda, en Europa, pongo por ejemplo, defectos de eficacia, aberraciones distributivas nacionales e internacionales, impactos ecológicos, etcétera.
Bueyes y aparejos
Pero, ¿tiene límites la acción de tal corrección? Sí, los del razonable -tomo el término de L. A. Rojo- mantenimiento de la dinámica del sistema, puesto que en otro caso perderíamos bous i esquelles (bueyes y aparejos). Aterricemos ya en el horizonte actual de nuestro país. Que su voto político predominante es de centro izquierda, como gustaba de repetirme Adolfo Suárez, parece demostrado. Permítaseme la ligereza, el país vota capitalismo corregido.
Precisamente por ello resulta relevante preguntarse, siquiera sea en forma general, por los lindes de esta acción correctora. Y este cuestionarse es, además, oportuno, porque tengo la impresión de que se empiezan a amagar ciertos excesos en algunos terrenos, orientaciones y silencios. El hecho de que puedan quedar semiocultos por la buena coyuntura aún imperante no les merma su relevancia; por ejemplo, para un futuro a medio plazo menos boyante que razonablemente hay que esperar al menos como previsión prudencial.
El primer linde queda referido a las condiciones de funcionamiento de la empresa, el empleo y la inversión en una economía de mercado: conviene respetarlas al máximo que sea posible. Ante cualquier tentación -siempre aparentemente justificada- de intervención hay que inquirirse por el beneficio y el coste en una perspectiva a medio plazo, que es la buena para la conducción de los asuntos económicos. En el coste solemos hallar la inversión, la producción o el empleo no hechos efectivos por mor de la intervención entorpecedora, encarecedora... además de los defectos asignativos.
Con el mercado laboral, por ejemplo, hay que andar con mucho cuidado. Decididamente, los economistas y sociólogos dedicados a este tema suelen pasarse de socialdemócratas. Los sindicatos no quieren enfrentarse a los costes de sus acciones en los términos arriba señalados. Parece como si cupiera sustituir las decisiones empresariales, pero ello no es así, globalmente y en el medio plazo. Pasarse en las correcciones productivas -de decisiones de producción, precios y empleo de factores- puede implicar muy bien reducciones del nivel de empleo, por ejemplo.
A uno éstas no le gustan, también por razones distributivas. Ojo, pues, con la intervención en el mercado laboral, proclive a introducir rigideces innecesarias. Quien no entiende el papel que ha desempeñado la contratación temporal laboral en la recuperación económica no entiende apenas nada. Todo me parece indicar, la misma polémica en estas páginas de la que me quedo con las opiniones de Ysasi-Ysasmendi y la de Zaguirre, que el control sindical de los contratos presenta más costes que beneficios...
Mecanismo fiscal
Correcciones en la combinación productiva y en la inversión, pues, las menos que sea posible. La socialdemocracia de mercado tiene que focalizar su acción, es sabido, en la vertiente de la distribución de la renta una vez producida, sobre todo mediante un enérgico mecanismo fiscal.
Pero ahí aparecen también lindes de la corrección distributiva: el mantenimiento de un excedente empresarial neto suficiente para la continuidad de su actividad e inversión y la no producción de efectos de desestímulo personal en trabajos y conductas socialmente útiles. Éstas pueden ser otras reglas del juego. El tema empalma con las tarifas de presión fiscal y con el del tamaño del sector público.
Del primero no nos ocuparemos aquí, esperando que el profesor Fuentes Quintana lo resuelva por todos un día de éstos. En cuanto al segundo, lo primero y bien obvio que hay que decir es que la socialdernocracia, al esperar algo importante del sector público, es la corriente de pensamiento más interesada en el nivel, estructura y eficiencia del gasto público (un liberal en economía es simplemente reduccionista al respecto).
Son los que podemos denominar lindes de eficiencia del sector y gasto públicos. Una vez pagados todos mis impuestos este año, he de manifestar mi opinión de que la eficiencia en el uso de los recursos públicos españoles deja mucho que desear. Es decir, que a una cierta voracidad recaudadora no corresponde un esfuerzo de la misma intensidad en la reestructuración -perestroika- que el sector público está demandando. Es un tema conocido, pero recordemos el genérico de la reforma de la Administración pública con la introducción de frenos y estímulos en su seno, el del papel de la inversión pública, el exceso de los costes de estructura de los servicios públicos, los desequilibrios sectoriales o incluso de los espaciales en los servicios públicos.
La verdadera reconversión del sector público está pendiente, en especial en la vertiente de su gasto. La cuestión de las tarifas de la parafiscalidad social ha de ser considerada también abierta: propugnaría una cierta reducción financiada con una parte de los recursos liberados. Un plan de economías de un billón y medio en los gastos públicos corrientes actuales parece viable y aconsejable. Empieza a ser necesaria la introducción de una economía racionalizadora en los servicios y transferencias sociales, no sea cosa que nos adentremos en una redundante atención de bienestar de clases medias. Todo bajo el designio guía de recomponer el sector público sin aumentar ya su tamaño relativo, dadas las tendencias europeas al respecto.
Costes grávidos
Si es que andamos buscando la cosa, éstos pueden ser lindes de la socialdemocracia para la Cataluña y la España de los noventa: mucho cuidado con los entorpecimientos del sistema productivo, puesto que sus costes pueden resultar grávidos; afinamiento de las correcciones distributivas y, muy en especial, mejora cualitativa del instrumento de actuación en este terreno, el mecano del sector público, ya un 41% del PIB español.
Tales pueden ser consideraciones derivantes, no tanto de la modesta economía, cuanto de la percepción de que los criterios económicos son centrales en las decisiones humanas, lo cual no siempre ha tenido en cuenta una cierta izquierda.
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