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La lomera

El técnico electrónico madrileño Félix-Lucas Vaquero ha inventado el "sistema de utensilios incruentos para la lidia incruenta de reses bravas". La clave de su invento está en la lomera. Consiste en colocar una lomera de metal en el lomo del toro, y cuando se lo pique, banderillee y estoquee ocurrirá que ninguna de tales pretensiones cruentas se perpetrará, pues puyas, banderillas y estoques quedan adheridos a la lomera por imanes que llevan incorporados los trastos toricidas.No deja de advertir el inventor que con este sistema el toro permanece toda la lidia tan entero y peligroso como la madre que lo parió, y propone solucionar el problema drogándolo de una manera químicamente controlada. Bueno, a lo mejor eso de drogar toros ya lo tenían inventado los taurinos y, por tanto, no le corresponde cobrar royalties. En cambio, del resto del invento sí le corresponde cobrarlos. Naturalmente plantea un sucedáneo de lidia que no sirve para nada -a los toros no se los pica, banderillea y estoquea para que haga bonito, sino para ahormarlos, medir su bravura y muchas cosas más-, lo cual no es inconveniente para que prospere. Antes al contrarlo, su condición de sucedáneo permite augurarle un gran futuro. Precisamente la sociedad contemporánea se enorgullece de los sucedáneos que genera su civilización avanzadísima. Hay sucedáneos de todo. Hay sucedáneos de carnes y pescados, de frutas y verduras. Hay sucedáneos de pieles, telas, oros, platas. Hasta sucedáneos del día y de la noche hay, y en cuanto la lomera tenga patente habrá sucedáneos de la lidia también. Cierto que no resultan exactamente iguales el original y su sucedáneo, pero cuál de ambos es preferible, eso ya va según los gustos del consumidor. Muchas veces el consumidor prefiere el sucedáneo, francamente. Y hay consumidores a quienes lo que de verdad les chifla es que se la den con queso. O sea, que ven una lomera y se ponen a cien.

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