La fusión y sus antecedentes históricos
El autor del texto considera que en el largo camino histórico de La Caixa y Caixa de Barcelona -un acontecimiento clave en la historia económica de Cataluña- hay algunos prolegómenos a la fusión que son de interés recordar ahora.
El que la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Barcelona fue fundada en 1844 y que nueve años antes ya habían empezado las gestiones, es conocido; que en 1841, una vez establecidas y aprobadas las bases y el proyecto de una Caja de Ahorros de la Provincia de Barcelona -de la mano de la Sociedad Económica de Amigos del País-, la Junta de Comercio y las comisiones del Ayuntamiento Constitucional de Barcelona y de la Diputación constituyeron la junta directiva de dicha caja, encargada de todo lo relacionado con su apertura y dirección, quizá se conozca menos. En todo caso, bien es cierto que entre los destacados miembros de aquellas juntas directivas se encontraba la flor y nata de Barcelona, con Dionís Valdés en funciones de presidente, el barón de Maldá como director y Francesc Barret i Druet como secretarlo. Sus proyectos tuvieron que esperar, dado que en Barcelona se desarrollaba un levantamiento popular contra el general Espartero, una más de las revueltas liberales. Todos sabemos cómo culminó, y hay todavía quien cree ver en algunos muros de la vieja ciudad los impactos del bombardeo que Espartero, desoyendo los clamores de la sensatez arzobispal, lanzó sobre Barcelona.Con la caída de Espartero y el triunfo político del general Prim, los intentos de aquella junta directiva para fundar la Caja de Barcelona llegaron a buen puerto. Reunida de nuevo con el mariscal de campo Manuel Pavía, el barón de Maldà y los vocales Pau de Gomis, Francesc de Milans, Serra Marrugat, Prósper de Bofarull, Erasme de Janer i de Gónima, Tomàs Illa i Balaguer, Josep Antoni Fontanills, el obispo de Barcelona Pedro Martínez de San Martín, y otros muchos miembros de la burguesía barcelonesa, confiaron otra vez en un abogado ilustre, Francesc Barret i Druet, para que aunara voluntades en su condición de secretario de aquel organismo.
Francesc Barret era un hombre liberal, amante del progreso económico y de la monarquía constitucional, que procedía de una familia burguesa con connotaciones católicas y conservadoras. De origen irlandés por sangre paterna y francés por parte materna, había estudiado en Alcalá de Henares e ingresado en el Colegio de Abogados de Barcelona. Fue diputado a Cortes por la Unión Liberal y se alineó con el movimiento de la Renaixença catalana. Defensor del orden y la libertad, opinaba que las fuerzas vivas de Cataluña han de ser las que lleven y defiendan el progreso del país. Jurisconsulto de renombre, Barret i Druet fue elegido presidente del Ateneo Catalán de Barcelona, y años más tarde diputado provincial y decano del Colegio de Abogados.
Esta trayectoria viene a cuento para resaltar que Francesc Barret i Druet fue abuelo por parte materna de otro abogado ilustre, Francesc Moragas i Barret, considerado el mejor técnico sobre seguros que existía. El aprendizaje vino de la mano de su padrastro, Juan Antonio Sorribas y Zaidin, también abogado, que con mucho talento y voluntad asumió la ardua tarea de estudiar en Alemania e Inglaterra los pormenores de los seguros de vida, aquí casi desconocidos.
Regeneracionismo
El entusiasmo del joven Moragas adquirió signo de regeneración y catalanismo al comprobar que el seguro y el ahorro podrían adquirir una alta función de progreso en el noble afán de aportar a las clases populares catalanas el imprescindible sentimiento de armonía social que las entidades de previsión podían inculcar a la sociedad catalana de primeros de siglo. Así fue como abuelo y nieto, es decir, Barret i Druet y Moragas i Barret, con un salto histórico de 60 años, propiciaron dos entidades de ahorro y de previsión que estaban llamadas a sobrevivir en una historia larga y apasionante: Caja de Ahorros de Barcelona y Caja de Pensiones.
Porque Moragas i Barret, como secretario del Fomento de Trabajo Nacional, logró impresionar y convencer a un prohombre de la burguesía catalana, Lluís Ferrer-Vidal. Éste, como presidente de la gran patronal y en compañía de otros presidentes de las principales sociedades económicas de Barcelona, hizo un llamamiento público para lograr una suscripción a favor de los heridos en la huelga general de Barcelona de 1902 y sus familias. Ferrer-Vidal comprendió que tal acontecimiento, por la violencia desatada entre sus bases y por la reacción provocada por la represión incubada en otras muchas ocasiones, era la oportunidad que esperaba para llevar a la práctica una idea sencilla: fundar una caja de pensiones. Esta entidad habría de conducir a patronos y obreros a la colaboración, a través de un sistema a base de ahorro y seguros.
Cuando en 1904, Alfonso XIII inauguró la Caja de Pensiones para la Vejez, ninguno de los asistentes podía suponer que aquel acontecimiento era la cuna de una Institución popular que llegaría a ser en 15 años la primera entidad de ahorros de España.
Pero tampoco nadie hizo mención a un detalle singular: en el proceso complejo, largo y costoso que la Comisión Organizadora de la Caja de Pensiones tuvo que desarrollar en 1903, se hizo patente la imposibilidad de continuar luchando para la fundación de aquella caja de retiros para obreros sin un capital Idóneo. Ferrer-Vidal y Moragas i Barret, en un momento dado, consideraron la posibilidad de traspasar el proyecto -que venía discutiéndose desde 1902, cuando Moragas lo presentó- a la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Barcelona, y así lo hicieron saber a sus dirigentes, que optaron entonces por declinar la oferta, "debido a las muchas dificultades en el modo como venía propuesto". Aquel precedente sin duda originó un distanciamiento entre las dos instituciones privadas que las llevaría por caminos distintos que, 85 años después se han vuelto a unir.
es doctor en Historia Moderna.
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