Gaseados por compasión
Cada año mueren en la cámara de gas de la perrera municipal casi 3.000 perros
Linda es una perra mestiza y afortunada. Hace 10 años, sus dueños la abandonaron ante la puerta de la perrera municipal y todavía ladra. Fue adoptada por los empleados del centro. Pero la mayoría de los casi 30.000 perros que han pasado por este lugar desde entonces -unos 3.000 cada año- no han tenido tan buena suerte como ella y han terminado su vida entre los gases de dióxido de carbono que los perreros municipales utilizan para sacrificar a estos animales enfermos, perdidos o abandonados.
La perrera tiene ahora 54 animales a su cargo, entre ellos dos familias de gatos -muy peligrosos, según María José Montes, la veterinaria del centro- y cuatro cerdos que la policía encontró paseando por el barrio de Entrevías. Estos cerdos no pasarán por la cámara de gas: su destino está entre las manos del matadero y las de unas monjas.Por aquí han pasado serpientes, monos, caballos y loros, pero han sido casos anecdóticos: son los príncipes de esta cárcel para perros callejeros, especie en peligro de extinción.
La perrera o Centro de Protección Animal comenzó a funcionar hace 20 años como centro de prevención contra la hidrofobia, ante la necesidad que existía entonces de controlar los posibles brotes de esta enfermedad conocida como rabia, a la que desde siempre le sigue la mala reputación -no exenta de verdad- de ser mortal no sólo para el animal portador, sino también para el hombre.
A causa de la pequeña incidencia de esta enfermedad a lo largo de los años, la perrera se ha ido transformando poco a poco en un centro de recogida de animales abandonados, especialmente de perros, que son las principales víctimas.
Los abandonos aumentan en verano, cuando los perros se convierten en un obstáculo para las vacaciones de sus dueños, que no encuentran dónde dejarlos. Los albergues privados -hoteles para perros- se saturan en estas fechas a pesar de que la pensión se sitúa ya en unas 800 pesetas al día.
A lazo
Las denuncias contra perros callejeros o perros peligrosos se producen desde cualquier punto de la Comunidad de Madrid. Los vecinos y la policía se encargan de avisar a la perrera, que envía rápidamente una de las tres furgonetas con que se cuenta para capturar al animal vagabundo. La captura es rudimentaria: a lazo.Cuando el perro ingresa se le hace una revisión veterinaria, a no ser que llegue moribundo, en cuyo caso se le sacrifica de inmediato. Si el animal no está muy enfermo, permanece unos 10 días entre rejas esperando la llegada de algún alma caritativa o la de su dueño arrepentido, pero estos casos, por lo general, no se producen.
Si alguno se salva, es el perro joven y de raza, al mestizo no lo quiere nadie. Terry, compañero de Linda, cayó simpático a los perreros. Hace un año lo trajo la policía cuando su dueño, un Joven drogadicto, ingresó en Carabanchel.
El can tuvo suerte y no fue sacrificado como el resto de sus compañeros en la conflictiva cámara de gas, un método de exterminio que ha levantado muchas ampollas entre las sociedades protectoras de animales.
Estas sociedades también acusan al Ayuntamiento de entregar los perros a los laboratorios para que experimenten con ellos, algo que está prohibido por la Comunidad Europea.
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