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Tour 90

Los alianzas y los descensos

El Tour también se gana bajando o en las etapas rápidas con ataques repetidos. Si no se está atento a los cortes, y Delgado volvió a demostrar ayer que se descuida bastante, puede ocurrir lo que sucedió. El ganador del Tour de 1988 da las gracias otra vez a Induráin y a Bugno, que, como el día de l'Alpe d'Huez le ayudaron a reducir los daños. La carrera de los bloques continúa ahora con alianzas y, al fin, con los favoritos esperados. Cuando ya sólo quedan las cenizas de la primera escapada, ayer Lemond y Breukink formaron pareja cona tra Bugno y Delgado. El español ha encontrado un fiel aliado en el italiano, que no aspira ya al triunfo este año, pero sabe que en el ciclismo es bueno tener amigos entre los grandes para futuras ocasiones.El ataque clave de Breukink y Lemond se produjo muy poco antes del último puerto de segunda categoría. La velocidad que traía el pelotón, con casi media hora de adelanto sobre el horario previsto, casi convertía el terreno en descenso. De ahí que en sólo 10 kilómetros, hasta el pie del puerto, la ventaja de Breukink y Lemond llegó a ser de 1.30 minutos.

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Delgado replicó entonces, pero encontró nuevamente la colaboración de Bugno y de Induráin, que se descolgó del grupo de cabeza para hacer nuevamente el trabajo sucio. Sólo gracias a eso la diferencia bajó en la cima, 10 kilómetros después, a sólo 20 segundos. Bugno e InduráIn volvían a ser los de l'Alpe d'Huez. El italiano no relevó en aquella etapa en la subida, pero Delgado, por la noche, no sólo no se lo reprochó en el mismo hotel donde estaban, sino que dijo: "Se ha portado, se ha portado. Ha tirado mucho antes, en el llano, y después, cuando yo me he quedado, no lo ha hecho, y eso me salvó de perder más tiempo". El español incluso le llevó un bidón a Bugno durante la escapada, antes que a Induráin. Necesitaba alimentar a sus trabajadores, aunque él luego no respondiera en los dos últimos kilómetros de la escapada.

Ayer no dio tiempo a llevar bidones, pero la ayuda volvió a ser eficaz. Aunque los 20 segundos volvieran a subir a 30 en los últimos 18 kilómetros de bajada final. Induráin y Bugno no pudieron ayudarle más. Son simples detalles, pero Delgado no impresiona ya como en su primer Tour de 1983, cuando su descenso del Peyresourde, en la durísima etapa Pau-Luchon, con el Aubisque, el Tourmalet y el Aspin antes, impresionó en su tremendo descenso, retransmitido por televisión. Admiró también en la pasada Vuelta a España bajando Navacerrada, pero era otra categoría y tampoco le sirvió para destronar a Giovannetti. Han pasado siete años. Entonces era una promesa firme y ahora parecen rondarle los descuidos y la falta de fuerzas. El día que no estén Induráin o Bugno para echarle una mano, el panorama puede oscurecerse aún más.

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