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Tiempo de esperanza

Falta de actividad y pocas perspectivas de cambio en el parquet barcelonés. SÍ las cosas continuan así, habrá que esperar a la vuelta de vacaciones para que se produzca un cambio, ya que nada hace prever que los inversores resistan el ferragosto al pie del cañón como en el mítico verano de 1987, cuando se negociaban en Barcelona promedios de contratación de 7.000 millones de pesetas diarios. Entre tanto, siguen dominando las posiciones a corto plazo y los fondos de inversión -verdaderos adalides de la prudencia en bolsa- continuan ganando protalgonismo. Salvo algunas aplicaciones puntuales, el dinero fresco sigue sin aparecer y los inversores realizan un viaje de ida y vuelta alrededor de algunos valores fuertemente líquidos. Las carteras siguen bien pertrechadas de renta fija y activos monetarios a la espera de mejores tiempos. El inversor de a pie parece haberse olvidado de la bolsa. Las ampliaciones de capital han contribuido, además, a la caída de la cotización de algunos valores. Falta también el aliciente del volumen de ampliaciones de otros años y el mercado de derechos de suscripción ha acusado esta situación con la excepción de algunas sociedades que tienen aumentos de beneficios no recogidos todavía en la cotización.

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