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ITALIA 90

La selección de Beenhakker no levanta cabeza

1 Holanda - 1 IrlandaVan Basten se acercó en el minuto 78 a la banda, donde Leo Beenhakker preparaba una sustitución. El técnico le indicó enfáticamente que adelantara su posición. El balón de oro respondió abriendo los brazos en un gesto de incomprensión, desorientación e impotencia.

Este momento sirvió para resumir otra pálida actuación holandesa. El empate, el único resultado que holandeses e irlandeses han conocido en la competición, fue suficiente para clasificar a las dos selecciones, pero insuficiente para borrar los interrogantes sobre el futuro inmediato del campeón europeo, condenado por el azar a enfrentarse en los octavos de final a la potente República Federal de Alemania.

Beenhakker decidió que las obras de rehabilitación holandesa prosiguiesen con novedades posicionales y un esquema que oscilaba entre un 3-4-3 y un 3-5-2. Atrás, Rijkaard y Van Tiggelen se encargaron de Aldridge y Quinn, dejando libre a Koeman. Van Aerle se incorporó a un centro del campo donde la novedad más llamativa fue la posición muy retrasada de un Van Basten que continúa tocando en tono menor: sólo intervino en una jugada de peligro, en el minuto 60, y acabó centrando mal.

Van Breukelen había avisado de que la ruta hacia adelante era el trabajo, la lucha colectiva y la seriedad a la espera de la genialidad de Gullit o Van Basten. A los 11 minutos, Rijkaard vio el desmarque de Gullit y sacó una falta rápidamente para que éste, tras una pared con Kieft, pisara el acelerador entre dos defensas y batiese a Bonner. El gran gol insinuó una resurrección que luego se desvaneció con las limitadas fuerzas de Gullit.

Irlanda opuso a Holanda su juego habitual, que convirtió pasajes del partido en un ping-pong aéreo en el que el objetivo era controlar, pasar, desviar o rematar, todo con la cabeza. Acabó, eso sí, fabricando más ocasiones que el campeón europeo al aprovechar sobre todo la deficiente cobertura del tándem Koeman-Rijkaard. Sin embargo, desaprovechó las situaciones que creó, sobre todo el gigantesco Quinn, por las excesivas prisas en el momento del remate.

Su gol llegó en una jugada típicamente irlandesa. Bonner superó los 70 metros con un inmenso saque desde la portería. Van Aerle conectó con él cediendo de volea hacia su propia portería, donde Van Breukelen se vio obligado a tirarse al suelo para evitar el autogol. La pelota se le escapó y Quinn estiró la pierna lo suficiente para meter el balón en la red. Después se dedicó a defender un resultado que convenía a los dos equipos, que originó el delirio entre la horda verde irlandesa y que subraya la pobreza ya duradera del juego holandés, otrora tan brillante.

Gracias a un momento de inspiración de Gullit, el campeón europeo sobrevive. Pero nada más.

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