Diablos rojos de dos colores
La selección belga es un ejemplo de eficacia y diplomacia
GRAHAM TURNEREl público belga se enorgullece de la furia de su selección nacional, merecedora del apodo de los diablos rojos. Curiosa selección en la que sus jugadores, flamencos y valones, quizá no sean amigos ni lo serán nunca. Pero el público lo tiene muy claro: para triunfar en los diablos rojos hay que poseer el corazón de un león y una buena dosis de mano izquierda. Y más que Guy Thys, el técnico, no la ha tenido nadie en 13 años.
La selección de fútbol es el espejo para las inquietudes y rencillas de una nación dividida radicalmente entre flamencos y valones, donde todo se rotula en dos idiomas y donde, desde el Parlamento hasta el supermercado del barrio, las críticas a la otra Bélgica son moneda corriente.La selección no se escapa a la esquizofrenia estatal. Se escruta con lupa el reparto de jugadores valones y flamencos, y entre los problemas prioritarios para el seleccionador figura la búsqueda de paz y armonía entre un grupo de hombres intrínsincamente dividido. Las filtraciones desde el vestuario sugieren aquellas reuniones para bodas, bautizos y entierros de una familia dividida. El éxito de Guy Thys en 13 años de mandato ha sido fomentar la ventilación de rencores y aprovechar los aires frescos de la reconciliación para hacer funcionar el conjunto hasta comportarse siempre con dignidad. Es, además, una selección que exalta a sus veteranos. Cinco miembros de la plantilla que compite en Italia tienen más de 30 años.
Entre ellos están los caciques del vestuario. El barbudo Erid Gerets, de 36 años, ha logrado limpiar, a base de coraje y una dedicación ejemplar en los entrenamientos, la imagen que sufrió desperfectos hace seis años. Él, y 12 personas más (incluido Walter Meeuws, el seleccionador nombrado para suceder a Thys pero que fracasó en pocos meses por no poder controlar las ebulliciones del vestuario) fueron suspendidos por sobornar a los jugadores del Waterschei. Gerets pasé de delantero a defensa: mientras ganaba títulos y recibía premios se hizo polémico por sus acciones sindicalistas.
A su lado en la defensa opera otra fgura de gran peso específico, el libero Leo Clisters, del Malinas. Tiene 33 años. Lleva siete en la selección y está en Italia tras superar una doble operación en la rodilla que indujo a algunos críticos a componer su necrológica deportiva. El estadista Thys ha conseguido que actúe detrás de siu enemigo número uno, Stephanc Demol. "Demol siempre tiene el cuchillo listo para los que cons Idera sus rivales", dice Clíj sters. "Le falta el sentido del juegolimpio, y hasta su esposa se avergüenza de algunas de sus declaraciones. La primera vez que le pusieron como central delante de mí, me dijo: 'el día en que me pongan de libero, ya puedes despedirte de la camiseta'. Es dificil que juguemos mucho tiempo juntos".
Mientras tanto, el gran Jan Ceulemans es el que intenta poner paz en el vestuario y mandar con el ejemplo. Es el ídolo.
El otro líder manda entre los palos. Michel Preud'homme, de 31 años. Se le reconoce entre los mejores porteros del mundo. Él y Clí
Clijsters ejercen tanta influencia en el Malinas que los dos se negaron a firmar sus nuevos contratos hasta asegurarse mutuamente la permanencia del otro en el equipo.
Pero entre tanta constancia, entrega, pundonor y sudor, al fútbol belga le falta a veces una dosis de fantasía. Para eso está el fino y hábil Marc Degryse. Pero los creativos escasean tanto que el fútbol belga no tiene reparos en expropiarlos. Y ahí está Scifo, de 24 años, de familia siciliana. Enzo Scifo eligió ser belga.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.