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ITALIA 90

Italia gana, pero no convence

Santiago Segurola

La hinchada romana pidió a gritos la entrada de Baggio, y Vicini no sacó al pequeño príncipe. Mal asunto éste de Baggio, si no fuera por la tendencia exuberante de esta gente, que corona y destrona a sus héroes con una urgencia voraz. Estaba enfadada la hinchada por el desganado juego de sus queridos azzurros, sin considerar que éste de los norteamericanos no era sino otro de los partidos amistosos que tiene la selección italiana antes de entrar al tajo. Venía la hinchada desbocada por las enormes expectativas que se habían abierto tras la victoria de Italia en el primer partido del torneo. Muy dados a traspasar los límites, los italianos habían ido más lejos que el verdadero baremo del juego de su equipo frente a Austria. Y la decepción, quizá no demasiado justificada, llegó por el pobre resultado frente a los chicos norteamericanos, que en principio estaban destinados al matadero. El castigo no llegó por la escasa disposición italiana a acabar fulminantemente con un equipo débil, aunque mejorado con respecto a su fiasco ante Checoslovaquia. Sin embargo, no puede atribuirse por entero la falta de contundencia italiana a una escasa motivación. En algunos aspectos, Italia confirmó los roces que se escucharon en su engranaje ante Austria.Una vez más, se echó en falta una idea sincronizada del juego. En un equipo de excelentes futbolistas, no todos se ponen de acuerdo. La ausencia de este pacto provoca un juego quebrado, que alcanza su máxima calidad cuando entra en faena el eje Baresi-Donadoni, y más concretamente cuando toma el mando Donadoni, un jugador formidable de veras.

El problema es que Donadoni no es la pieza de ajuste en el centro del campo. De repente borda cuatro acciones maravillosas y es devuelto a la banda, porque allí le han destinado desde el principio. El compás lo marca Giannini, un futbolista muy correcto, pero con dificultades para imponer su peso en el terreno. Ayer firmó un excelente primer gol, tras una buena acción de Vialli, que dejó discurrir entre las piernas el balón enviado por Donadoni, avisado de que llegaba Giannini, muy decidido en su aparición.

Estos problemas de Italia animaron a los estadounidenses a intentar defender su honor. En Roma no cometieron las ingenuidades que evidenciaron frente a Checoslovaquia. Se echaron atrás, marcaron a Vialli y Carnevale con disciplina y dejaron correr el tiempo. El penalti que falló Vialli terminó por convencerles de la viabilidad de su empresa.

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