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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Caciquismo rumano

Aprovecho esta ocasión para saludarle atentamente y darle mi enhorabuena por la impecable colaboración del señor Francisco Veiga, siendo un incondicional lector de sus crónicas. Como periodista, pienso que muchos compañeros de la profesión (incluido un servidor) deberían tomar ejemplo de lo que es la imparcialidad y objetividad en la forma de tratar temas que tan fácilmente nos pueden hacer caer en el llamado sensacionalismo, y como rumano (exiliado desde 1967), me quito el sombrero frente a un español que sabe tanto, si no más, que el abajo firmante, sobre este lejano hermano latino de España, Rumania, que fue, es y seguirá siendo mi adorada patria.Sigo de cerca, desde hace muchos meses, sus doctos análisis sobre los acontecimientos de Rumania, como La revancha de 1907, Los trapos sucios de Transilvania, Los Roman en su época, etcétera, y al 90% estoy conforme con su forma de interpretar los acontecimientos actuales, utilizando las raíces históricas del pueblo rumano, perfectamente compenetradas con sus reacciones actuales.

Pero donde comparto al 1.00%. su forma de ver la actualidad rumana es en su última crónica, titulada Por qué ganó Iliescu y otras preguntas sobre Rumania. ¡Sí señor!, la tradición caciquil (de la que él habla) fue la base fundamental de Rumania desde siempre, y el poder de la monarquía (en particular la de Carol II y su camarilla), perfectamente compenetrada con la oligarquía de los terratenientes, redujo a su más mínima expresión el sentido de la palabra democracia y los partidos históricos hacían de comparsas, pero jamás ostentaron realmente el poder, salvo las migas que la benevolencia de la monarquía autocrática le dejaban, para mantener la ilusión. Y yo lo sé mejor que nadie, por el pasado político histórico de mi propia familia.

De paso, un recuerdo emocionado para mi amigo Nuni Anestin, hijo del caricatunsta que ilustra dicha crónica, con tanto talento como su padre, y que pagó caro (con años de prisión) sus dibujos realistas, considerados antisocialistas y mensajes negativos, por las tristes expresiones de los sujetos que dibujaba, a menudo en las servilletas y manteles de papel de los bares.

El 10% de mi disconformidad se debe a las referencias a Transilvania. Jamás Transilvania fue anexionada tras la I Guerra Mundial. Fue una justa reintegración a la patria madre de unas tierras ancestrales que pettenecieron desde siempre a la cuna de los dacos, Dacia, al igual que Besarabia y Bucovina, y que fue arrebatada por el imperio austrohúngaro, y por consecuencia, la minoría húngara de Ardeal (Transilvania) es descendiente de colonos y no de nativos, al igual que los blancos en África del Sur.-

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