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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Hitchcock eterno

En abril de 1980, ahora ha hecho 10 años, fallecía Alfred Hitchcock, para pasar inmediatamente a reinar en esa década. En pocos meses, TVE se había apresurado ya a ofrecernos un extenso ciclo como homenaje al tantas veces llamado, con criterio reduccionista, el mago del suspense. En las pantallas grandes volvíamos a ver Con la muerte en los talones, ahora con aquella antológica secuencia del coqueteo entre Cary Grant y Eva Marie Saint en el tren, censurada en su momento, sólo que sin doblarse de nuevo, sin diálogo, carencia que suplía un papelito que el exhibidor nos facilitaba con el texto de los actores.A mediados de los ochenta llegaron por fin a nuestros cines cuatro obras maestras largo tiempo ausentes de ellos (La ventana indiscreta, El hombre que sabía demasiado, Vértigo y Pero, ¿quién mató a Harry?) y una (La soga) que nunca había franqueado la vigilancia de nuestra moralidad. Por esas mismas fechas, TVE desempolvaba su maravillosa serie Alfred Hitchcock presenta, todos los capítulos por él realizados, verdaderamente hermosos, maliciosos.

Y en las salas cinematográficas empezarían a desfilar con frecuencia obras suyas en versión original subtitulada: Los pájaros, 39 escalones, Extraños en un tren, Falso culpable, Recuerda, etcétera.

Televisión Española pasaría de nuevo revista a Hitchcock en ciclo, en esta ocasión circunscrito al periodo británico del cineasta. Más tarde llegaría una tomadura de pelo -con sus puntos de interés, pero tomadura de pelo al fin y al cabo-: el reciente refrito de su serie televisiva, con las mismas presentaciones del maestro coloreadas por el invento de Turner.

También vimos su impresionante documental sobre los campos de concentración nazis, descubierto en 11983. Y leímos, con voracidad, la caliente biografía de Donald Spotto, excavación a fondo en la persona y sus obsesiones, sexuales -lo suyo con Tippi, un amor imposible- o de cualquier otro acento. En la actualidad, las televisiones autonómicas tienen los derechos -y algunas ya la emiten- de La hora de Alfred Hitchcock, prolongación de Alfred Hitchcock presenta, con capítulos ya no dirigidos por él, pero sí por él introducidos con sus siniestros toques de humor.

Y hoy, martes, finaliza, con La trama, un nuevo ciclo televisivo de sus más destacadas películas.

Está comprobado que Hitchcock es eterno. ¿Lo es por su extrema calidad, por su puñado de obras maestras y sus dos puñados de excelentes películas? De ser así, Mizoguchi, Rossellini, Vigo y Murnau, entre otros, compartirían con él la palestra. Hitchcock tuvo la astucia calculada de ser popular. De serlo sus obras y de serlo él mismo: de hecho, sólo Chaplin puede arrebatarle el cetro de director de silueta más célebre de la historia del cine, pero Chaplin jugaba con la ventaja de ser también actor de todos o casi todos sus productos.

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