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Largas colas para ver a los dinosaurios

Juan Antonio Carbajo

Las puertas del Museo de Ciencias Naturales conocen desde el pasado viernes largas colas de pacientes ciudadanos que esperan contemplar los robots de dinosaurios animados. Durante los pasados días festivos, miles de padres con sus pequeños estudiantes han ocupado la cuesta de Los Altos del Hipódromo, en la Castellana, para ver una exposición por la que, desde el viernes, ya han pasado más de 15.000 personas.

"Yo estuve tres horas en una cola para ver la exposición de Velázquez, pero no aguanto otra para ver a estos bichos". Una joven de unos 20 años prefirió resignarse a aguantar entre una y dos horas para alcanzar la entrada del Museo de Ciencias Naturales. Los abuelos que tienen descuento del 50%. como los niños, salvaron la papeleta a más de una familia que también se dio la vuelta a pesar de la rabieta de los pequeños. "No te preocupes, mañana te traigo yo".Desde que se abrió la exposición, el viernes pasado, más de 15.000 personas han pasado por el Museo de Ciencias Naturales. Los fines de semana la cifra de visitantes supera los 4.000, a pesar de que la exposición estará abierta hasta abril del próximo año. "Es una avalancha", explica un portavoz de la dirección. Una avalancha y también un descontrol. Un carnotauro ha sufrido ya la amputación traumática de un dedo. "Algunos padres no vigilan a sus hijos".

Piel de poliuretano

La exposición-espectáculo de los dinosaurios incluye nueve autómatas con piel de poliuretano que reproducen a escala a los reptiles más grandes que habitaron el planeta. Las réplicas, ubicadas en una sala con un paisaje semilunar, mueven la cabeza, el cuello, las patas, los ojos y la cola, y reproducen espeluznantes sonidos. Los rugidos son lo primero que llama la atención a los niños que esperan fuera. Se sueltan de la mano de sus padres y corren a la entrada para buscar la cabeza del enfadado animal. Es en vano. Desde fuera sólo se contempla la taquilla. Ver el interior cuesta 400 pesetas.La estrella de la reunión de los viejos reptiles es el apatosaurio o brontosaurio, gracias a que su largo cuello y su fina cabeza pueden ser acariciados fácilmente por los visitantes. Además, su figura es familiar. Los padres más jóvenes en seguida lo reconocen como Dino, el dinosaurio doméstico de Los Picapiedra. Los niños se resisten a separarse de él. "Papá, quiero tocarle otra vez la cabeza", pedía Almudena mientras su hermano Pedro le explicaba: "Ése sí comía carne".

A la salida, los visitantes se encuentran con dos datos para la reflexión: la reproducción de una cabeza de dinosaurio a tamaño original -los autómatas son una pequeña réplica- con una boca en la que fácilmente cabe el más obeso de los humanos; y, para cerrar, una pregunta: "¿Qué habría pasado si los dinosaurios no se hubieran extinguido?". Y se sugiere una curiosa evolución. Habrían sido carnívoros erguidos e inteligentes como el hombre, aunque con cabeza de rana. Pero desaparecieron. Como explicaba un pequeño de seis años a su amiguito: "Cayó un meteorito y izas! se levantó una gran nube y ya no pudieron respirar". Aquello pasó, más o menos así, hace 65 millones de años.

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