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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Transicion amenazada

LA SITUACIÓN de Rumania ofrece una peculiaridad preocupante dentro del cuadro general de lo que está ocurriendo en los países del Este de Europa. En éstos, a pesar de lógicas diferencias en la evolución hacia la democracia, destaca un rasgo común esencial: el Gobierno ha pasado a manos de nuevos partidos o grupos políticos, curtidos con mayor o menor intensidad en la lucha contra los llamados sistemas de socialismo real. Existe, por tanto, una escena política plural que permite a los ciudadanos escoger las opciones políticas de su preferencia. Así ha ocurrido ya en Hungría y en la República Democrática Alemana, con un predominio de las opciones claramente de derecha. Los comunistas, pese al cambio de nombre, han reducido su presencia de forma notable.La única excepción a este esquema -que se va a repetir con toda probabilidad en otros países- es Rumania. Aquí la derrota del dictador ha sido particularmente brutal -con la ejecución de Ceausescu y de su esposa-, pero en cambio se observa una gran continuidad del aparato de opresión que ha funcionado eficazmente durante el régimen anterior. El Gobierno está en manos del Frente de Salvación Nacional (FSN) y lo ejerce apoyándose, en no escasa medida, en personas que sirvieron a la dictadura. En sí, tal fenómeno no puede sorprender. Un Estado no se dirige partiendo de cero. Hechos de ese género se han dado en otras situaciones: en España, Adolfo Suárez pudo acometer la transición precisamente porque procedía del régimen anterior.

Lo grave del caso rumano es que los dirigentes del FSN parecen inclinarse a realizar la consulta electoral sin las reglas de un verdadero pluralismo. Por otra parte, el movimiento de protesta contra ellos agita consignas extremistas que dificultan el diálogo. Identificar a lliescu con Ceausescu no es serio. El hecho de que los líderes del FSN, como Iliescu y Roman, hayan sido comuffistas no es un argumento válido para negar su papel en la transición. Pero lo cierto es que ninguno de los dos han recibido un respaldo popular que permita considerarles ya como los dirigentes indiscutibles de Rumania. En ese orden, es probable que la diplomacia española se haya precipitado al organizar la reciente visita de Petre Roman a Madrid, donde obtuvo una recepción sin duda electoralmente útil para él, pero poco acorde con las exigencias de una política española a largo plazo.

Las elecciones fijadas para el 20 de mayo Podrían carecer del pluralismo indispensable. No basta que estén autorizados los partidos. Hace falta que tengan medios para actuar y difundir sus propuestas. La televisión es un instrumento decisivo para unas elecciones verdaderamente libres. Pues bien, el dominio que el FSN ejerce en ese terreno es aplastante. El temor a que después de las elecciones las cosas sigan como ahora explica las constantes movilizaciones de sectores estudiantiles y populares en Bucarest y otras ciudades. Se trata de un movimiento minoritario, pero refleja una necesidad real: que las elecciones sean pluralistas y que de ellas salga un poder respetado y, reconocido por todos.

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