_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Rumania bética

A R. A. M. RamondescuDe Rumania nos sabíamos a Emile Cioran y a Mircea Eliade. El aforista desesperado era amigo del boticario de Santillana del Mar y de Ricardo Gullón; el historiador de las religiones tuvo pronto, con una obra de peso, traducción atinada al castellano y al cuido de Asunción Madinaveita, bajo los ojos avezados de Xavier Zubiri. Yo, desde Taurus, fui editor de entrambos y lector, en Múnich y de joven, de Panait Istrati y sus Cardos del Barragán. No era un mal elenco.

Ahora, cuando los muros se despeñan, echo mano del libro de Ramón de Basterra Trajano y Rumania (19,11), del prólogo de José María de Areilza a una antología de poemas del bilbaíno compuesta en 1939, de los brillantes artículos de Agustín de Foxá.

Estuvimos pronto resabiados. La culpa fue de Francia y sus escritores comunistas. (El enfrentamiento entre Albert Camus y Jean-Paul Sartre nos abría los ojos a alternativas humanistas fuera del marxismo; y no leímos entonces a Raymond Arón). Panait Istrati fue adoptado literariamente por Romain Rolland (un Teilhard de Chardin, por cierto, de vía estrecha y lacrimógena y en otras riberas). Pero sus denuncias de la represión en los Balcanes en 1924, y sobre todo su riguroso informe acerca de la Unión Soviética en 1929, merecen la retirada de Rolland al silencio desdeñosamente operativo y un artículo calumnioso de Henri Barbusse que, años más tarde, dejará que el judío Walter Benjamin pase hambre. Aquella Francia de los comunistas no fije precisamente dulce en su hospitalidad.

Haz que tu opinión importe, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Nos hicimos ilusiones en cuanto a que la reina María de Rumania, nacida princesa de Gran Bretaña, al utilizar para sus productos literarios el seudónimo de Carmen Sylva españolizase. Sí, pero radicalmente, ya que latinizaba. (Rumanizó la que luego sería esposa de André Maurois, de soltera Caillavet, nombre Simona, en su Oda a Rumania, 1916; se subrayó que Ronsard tuvo antepasados en aquellas tierras, en las que hiela el Danubio vecino de la Tracia). Paul Morand casará con la princesa. Soutzo, rumaria y musa privada de Marcel Proust. Nada más proustiano, en estilo de prosa que desvela alma, que la introducción de Morand a las cartas del buscador del tiempo perdido a esta princesa: El visitante nocturno (1949). (¿Qué no daríamos por conocer en lo menudo la conversación de Morand y Cambon sobre los Daudet., Alphonse y Lucien, con la emperatriz Eugenia? Ese mismo año de 1917, el XVII duque de Alba preside una delegación de reales academias españolas, que devuelve visita protocolaria a la Academie Française. Acompañan a Alba don Ramón Menéndez Pidal y don Manuel Azaña). Las frases de Helena Vacaresco, que no quiso ser reina, divertían al todo París: apocalipsis de salón. ¿Quién no quiso ir al baile, para no danzar siquiera un aire, con Proust y la Bibesco? Se enfurruñaba ésta cuando María, ya reina viuda, aseguraba el suicidio de la vieja Europa. La autora de El soñador de sueños ( 1916), de Mi país (1915), vio claro, a través de la desastrosa aventura de su hijo mayor con Magda Lupescu: abdicación forzosa en el actual Miguel de Rumania y Grecia.

"Como una heroína de Pierre Lotí", cantó un poeta a Anita Delgado, convertida en marahaní de Kapumtala. Para Pierre Lotí fue la heroína María de Rumania. En la década de aquellos noventa, el académico francés redacta un librito, melancólico e impregnado de añoranzas, sobre la reina escritora. (La traducción española ve la luz bastante pronto). La entrevista que María concede a Lotí, en habitaciones casi acuáticas del hotel Danieli, de Venecia, resulta memorable por el entorno plausible de pinceladas tan consabidas como certeras. Lotí prefiere, por encima de las otras producciones, regias, el Libro del alma. ¿Por qué imagina la belleza de la escritora con fondo de Delacroix, de su Misa en el sepulcro de Cristo? Fondo, claro está, de Bizancio transverberado. Nunca quiso saber nadie como murió María: temor ante un misterio claro.

El primer recuerdo eficaz del conde de Foxá en Rumania es para los sefarditas, para los cigarrales de Toledo. Uno de los judíos rumanos brinda por S. M. don Alfonso XIII: "Que Dios dé al rey Alfonso caminos buenos". Los siguió nuestro monarca, batiendo cobre por todos los per seguidos. Reina en Bucarest el desdichado Carol II. Contempla Foxá, embelesado, la ceremonia de la cruz lanzada primero y luego rescatada de entre el fango. Después, los panes de la muerte hechos de almendras dejan sabor amargo por Motza y por Marín, "muertos por la grandeza de España". El diplomático ni señala siquiera los signos opresores del nazismo. Acaso, sí, seguro, ese brazo en alto ante el automóvil que le lleva a Bulgaria, donde la valentía capital del zar Boris III apenas si consigue alejar de su patria aquella mancha parda.

Foxá sí escribe de Trajano. Sin duda había leído el espléndido estudio, ya citado, del poeta vasco Ramón de Basterra. El gran emperador, nacido en Itálica, junto a Sevilla, practicó el coloquio en el romano Foro Nuevo, con Dacia. Tenía allí que cumplir a Virgilio: "Éstas eran sus artes, imponer las costumbres de la paz", doscientos años después de que se hubiesen establecido en las Galias y casi cuatrocientos desde que se implantaron en Italia e Hispania. Trajano, el peludo y, al decir de Plinio, tan delicadamente bético como el filósofo Séneca y el poeta Lucano. Malbarató la monarquía desordenada de Decebal tan sólo en un año. Dante coloca su sombra luminosa en el paraíso: "Ahora conoce lo caro que cuesta no seguir a Cristo por experiencia de esta vida tan dulce y de la opuesta". Basterra es recibido por la reina escritora en fragores de guerra de estos Hohenzollern rumanizados ante y contra los primos que invaden desde Prusia. El patriarca le espeta al escritor un ¡viva España!, que transmite Basterra, a través de Alfonso XIII, al bético Trajano. Una de sus mejores cabezas consta en los haberes del Museo Arqueológico Sevillano.

(Rumano era Vintila Horia, y rumana también su exquisita novela francesa Dios nació en el exilio , que mereció y desmereció muy justamente el Premio Goncourt en 1960). Bucarest, 1990: despeñadero de la peor quimera. La revista, ahora postsartriana, Les Temps Modernes publica un número monográfico, el de enero, sobre Rumania: "Para servir a la historia de una liberación". ¿Una cultura del intersticio? ¡Ah, que el eco termine por descontrolarse! "Tú dirás: es una vida, y yo diré: no lo es", canta Virgil Mazilescu, cuyos versos beben también en la guerra de Troya. Un aduanero pinta un viaje: la hoguera, tras la que el rostro de Dios crepita sin quemarse. Y Petre Roman, ministro primero, acude sonriente, un poco catalán y un mucho cántabro, a la tribuna férreamente alborotada de la Milá, doña Mercedes, un todo catalana, ¡tan antigua!, y un poquito andaluza, concreta, re dentoramente sevillana.

Jesús Aguirre es duque de Alba.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_