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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Para toda la vida

La palabra, sí, la palabra es algo que siempre he admirado. La palabra es la carne de nuestro sentimiento, del pensamiento. Nuestras lágrimas son los negativos de alguna palabra escrita, al igual que la euforia o alguna salteada sonrisa. La verdad, la mentira, la compra y la venta siempre terminan por refugiarse en palabras. Por eso a veces también la odio, y cuando la odio me faltan palabras porque ella ahí se esconde, y mi cabeza tiembla, formándose entonces un nudo que me ahoga.Corre un coche ferozmente por la carretera, 100, 200, 300 kilómetros por hora. Va rápido como un pensamiento apurado, va absurdamente deprisa a ninguna parte. De repente frena al borde de un precipicio, queda inmóvil, no hay nadie dentro. Con este pequeño ejemplo identifico la frase... "para toda la vida": el amor.

En este asunto hay un compló, un escondite de ciegos, una primavera vacía, un ¡te lo digo!, pero no me preguntes por qué. Y con este sueño de princesa dormida por culpa de un beso que no llega jamás vivimos nuestra primera parte salteando la segunda. Éste es mi marido, éste mi novio, éste mi perfil, éste mi amor, y así medianamente viviremos felices e infelices el resto de nuestra piel.

A lo largo de una vida se puede tener un sinfín de novios o novias, pero sólo hay que casarse con uno de ellos o ellas para ganarse una eternidad repleta de significados. Y no es que este asunto valorice en exceso el matrimonio, sino que anula por totalidad el valor de los demás, cuando en realidad todo amor debe ser importante, y aún más cuanto más breve, pues de esa manera no se mancharía con las caóticas rutinas, las pesadas coladas y los terminales días sin nombre.

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Es difícil, es muy difícil entendernos: hay pocas palabras y poco tiempo humano. Lo único que se me ocurre es seguir igual, tocando en ocasiones la altura diáfana y otras muchas más la penumbra sofocante.

Ya decía Hesse: "¡Qué tímido y bonachón es el hombre...!".-

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