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El destino

Manuel Vicent

Se levantó de la cama ese día con el deseo angustioso de admirar a alguien, y primero se rascó la espalda bostezando, y mientras se llenaba la bañera miró la patria por la ventana. A esa hora de la mañana sonaban en diversos acordes todos los retretes de la comunidad, y en los breves interludios de la cloaca se dejaba oír la radio del vecino, cuya voz edulcorada traía por el patio de luces el nombre del último asesino con la cifra exacta de puñaladas que había regalado a la víctima. A esta consagración de la primavera seguía una lista de escándalos y pendencias políticas, desmanes, epidemias y atracos, rematada por el número premiado en la Lotería Nacional y un par de noticias más. En la feria un torero de fama había cortado dos orejas y en un quirófano de la Seguridad Social una rata de kilo y medio también había hecho el paseíllo. Navegando en la bañera este ciudadano volvió a mirar la patria, pero ésta sólo era un cielo de hollín cruzado por una colada, y de aquella. cuerda, goteando, colgaban los íntimos encajes de una estudiante de COU, el batín de felpa de un ferroviario, los calzones de un jubilado de la Telefónica, las medias de una funcionaria de abastos, la blusa de la cajera de un supermercado, los pantalones de un fontanero, algunos delantales de amas de casa y otras prendas de seres anónimos que se cruzaban con él en la escalera. A todos les unía el mismo sonido de los desagües e insultos a través de los tabiques, llantos de niños en la madrugada, gemidos de amor en las noches del sábado, canciones en el patio, gritos de auxilio. Tenían enfrente de casa un inmenso muro gris donde había vallas publicitarias llenas; de políticos y refrescos de piña, carteles de algún concierto en el pabellón, cuerpos desnatados de adolescentes que anunciaban zapatillas. Necesitaba admirar a alguien. Se había levantado ese día, con el deseo angustioso de encontrar a un héroe, y en ese momento alguien llamó a la puerta con tres golpes de puño, como llama el destino. Era un vecino que quería tres dientes de ajo. Se los regaló y siguió esperando.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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