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Entrevista:

García Damborenea: "Voy a investigar si hay audiencia para mi discurso político"

El ex crítico del PSOE considera que las ideas socialdemócratas no están defendidas

Anabel Díez

Ricardo García Damborenea, dirigente y militante del PSOE hasta anteayer, cuando lo abandonó por no soportar el cartel de suspendido de militancia que le aplicó su partido, se niega a evocar lo que han sido estos años por inscribir ese tipo de reflexiones en el marco del retiro político. "Yo no soy historiador ni cronista, soy un político, y un político no puede volver la vista atrás hasta que no se jubila. Es difícil estar en la acción y en la contemplación". Su acción se encaminará a buscar "una audiencia" para su discurso, pertrechado de ideas socialdemócratas.

El ex líder del PSOE muestra todas las cautelas posibles sobre si una vez encontrada esa audiencia se decidirá por la formación de un partido político de carácter socialdemócrata. "Cada día tiene su afán". Entre tanto vivirá de un contrato editorial que le asegura "tirar por una larga temporada".

Pregunta. Usted ha militado en el PSOE desde 1977. ¿Cuándo empezó a sentirse incómodo?

Respuesta. Mi incomodidad fue con la dirección del partido y con su estilo, y ello comenzó cuando empecé a tener cargos de responsabilidad, que fue pronto, en 1977, y estaba incómodo con la forma en que llevaba el partido Alfonso Guerra, que entonces era secretario de organización. Las diferencias aparecieron cuando tuvimos ocasión de llevar a la práctica un proyecto político, que fue en 1982, y aumentaron cuando desaparecieron las excusas, es decir, en 1986, cuando ya no se podía hablar de golpes o desestabilizaciones.

P. ¿Está usted en desacuerdo con la política y el proyecto social y económico del PSOE o sus discrepancias fundamentales se dan en el orden interno?

R. No se puede ser socialista en horario comercial. Hay que ser socialista dentro y fuera de casa y a todas horas.

P. Sus detractores aseguraron que cuando usted tuvo mucho poder, como secretario general de los socialistas vizcaínos, actuó de forma implacable con los disidentes, y apeló a la democracia interna precisamente cuando perdió poder.

R. Eso no es así. De todas las organizaciones del PSOE, tan sólo Vizcaya -y también Madrid- es la única provincia en la que se podía ser alcalde, diputado o concejal y votar en contra del secretario general. Nunca un secretario general había delegado tanta responsabilidad como yo, tanta que cuando lo consideraron oportuno no les costó trabajo echarme.

Las corrientes

P. Creo que sí es cierto que usted se manifestó en contra de las corrientes de opinión; en concreto, de Izquierda Socialista.

R. Sí es cierto. Yo no era partidario de las corrientes porque creía que no eran beneficiosas para el funcionamiento interno del partido, y lo pensaba cuando todavía no me había caído del guindo. Los hechos han demostrado que sin un régimen de corrientes en un partido tan inmaduro como éste, tan personalizado, es imposible articular la discrepancia; es decir, que no cabe la democracia interna.

P. Entonces, a pesar de su caso personal, ¿cree que es posible que el PSOE sufra esa transformación?

R. No lo creo. La discrepancia en el PSOE es imposible, y conforme vayan menguando las perspectivas electorales, el aparato tendrá que aumentar la presión sobre la militancia. Cada día tendrá que ser más intolerante, y pongo al tiempo por testigo.

P. ¿Usted cree que otro partido político hubiera tolerado críticas de alguno de sus dirigentes del estilo de las realizadas por usted?

R. Lo cierto es que el PSOE es el troquel por el que se han construido los demás partidos para lo bueno y para lo malo, y se han copiado más sus vicios que sus virtudes. El funcionamiento de los partidos en España, desde la perspectiva democrática no es deseable. Ninguno pasaría el filtro del artículo 62 de la Constitución, en el que se proclama el funcionamiento democrático de los partidos, entendiendo por estructura democrática aquella que está controlada eficazmente por las bases y exige la separación de poderes. Eso no ocurre en ningún partido político español.

P. ¿Cree usted que los partidos derivan necesariamente en estructuras de poder férreas que no toleran la disidencia?

R. Esa es una ley que no es de obligado cumplimiento, y la verdad es que si los partidos no se ventilan, no serán fuertes ni serán atractivos, sobre todo para los jóvenes.

El final

P. Cuando usted inscribió en el registro la asociación Democracia Socialista, ¿vislumbraba que éste podía ser su final?. ¿No ha tenido usted una actitud de reto hacia la dirección del PSOE?

R. Desde el principio trabajamos con la hipótesis del éxito y del fracaso, es decir, si el partido tenía o no remedio, y lo cierto es que la dirección nos han convencido de que estábamos equivocados, es decir, que el partido no tenía remedio. En cuanto a las declaraciones, a mí no me han acusado por intemperancias como la de decir que el mitin de Sevilla de Alfonso Guerra era franquista, sino por decir verdades objetivas, demostrales, como que el partido no es democrático, es caciquil, y por defender las razones que justificaban la existencia de Democracia Socialista.

P. Usted durante bastante tiempo mantuvo buenas relaciones con el secretario general del PSOE, Felipe González. ¿Cuándo se rompieron sus relaciones?

R. Se rompieron en 1987, cuando me caí del guindo, y ello fue entre la aprobación de la Ley de Pensiones -que contó con la fuerte discrepancia de UGT- y las elecciones municipales. Desde entonces no hemos vuelto a hablar.

P. Con Nicolás Redondo parece que sí habla de política.

R. Nosotros somos amigos y coincidimos en planteamientos políticos y sindicales.

P. Usted ha rechazado absolutamente ingresar en Izquierda Unida, pero no a seguir en política. ¿Cómo articulará su proyecto?

R. Nunca he considerado entrar en Izquierda Unida. La política es un empeño colectivo y exige como mínimo un discurso y una audiencia. Voy a investigar si hay una audiencia para mi discurso político. Comprobado si hay una audiencia, luego veremos.

P. ¿Va usted a organizar un partido político?

R. Cada día tiene su afán.

P. Si encuentra oídos para su discurso, ¿qué ideas transmitirá?

R. Como dice el conde Arnaldos en el romancero, "no digo mi canción sino a quien conmigo va".

P. Pero sus ideas, ¿en qué marco ideológico están?

R. Mis ideas son socialdemócratas. No hay ningún partido en España que sostenga las aspiraciones socialdemócratas.

P. ¿Cuáles son, a su juicio, las ideas que sostiene el PSOE?

R. El PSOE ni pincha ni corta. El Gobierno hace una política de derecha, civilizada, moderna, con la liturgia de un partido de izquierda.

P. Usted es médico de profesión y hace años que abandonó la medicina por la política. ¿De qué vive y de qué piensa vivir en el futuro inmediato?

R. Hasta ahora he ido tirando del pasado. Ahora tengo un contrato editorial, por lo que voy a despejar el panorama por una buena temporada. Podría haber resuelto ya mi situación económica, pero a precio de sacrificar la política, y tengo que reconocer que la política me gusta y mientras pueda intentaré no sacrificarla.

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Sobre la firma

Anabel Díez
Es informadora política y parlamentaria en EL PAÍS desde hace tres décadas, con un paso previo en Radio El País. Es premio Carandell y Josefina Carabias a la cronista parlamentaria que otorgan el Senado y el Congreso, respectivamente. Es presidenta de Asociación de Periodistas Parlamentarios (APP).

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