El Madrid empata a última hora un 'derby' residual
Un pelotazo de Fernando Hierro empató este derby residual, un partido que el Madrid afrontó sin tensión y con evidentes guiños a su viejo enemigo. Mientras el Atlético seguía el guión radical que exige Gil para cualquier encuentro contra los vikingos, el Madrid echó hielo de salida con una alineación que atacaba fundamentalmente a la recaudación, aspecto siempre doloroso para el presidente rojiblanco. Y luego llegó e asunto del gol número 100, que tuvo muy preocupados a los jugadores madridistas durante buena parte del primer tiempo Así estuvieron los dos equipos durante un tercio del partido unos rifándose el dichoso gol y los otros pendientes de la cuestión de honor que suponía este partido. El discurso del encuentro amenazaba con prolonga esta falta de sintonía en la cancha. En su papel de agraviado histórico, el Atletico marcó dos goles muy pronto, saludados desde la grada con gritos de "¡Milan¡, ¡Milan!" y "¡Barça!, ¡Barça!". En las filas rivales, la fijación madridista por hacer historia desatendió apartados decisivos del juego, como el rigor defensivo, y dejó al equipo en una posición muy desairada, pese a la superioridad de sus fútbolistas en la cancha. Llegó el gol de Hierro y el partido entró por fin en un terreno más ortodoxo. Desde aquí hasta el final lo que se ventiló fue el resultado y las ganas de fastidia al adversario.Pese a su falta de concentración global en el partido, el Madrid mandó casi siempre. El equipo de Toshack saltó con un sentido jerarquizado del fútbol que llegó a adquirir unos tintes paternalistas. Chendo, Michel y Gordillo, ayudados por Hierro, hicieron valer sus galones entre sus compañeros más inexpertos y recriminaban por aquí, señalaban por allá, indicaban con gesto solemne algún defecto, siempre en plan magisterio. Con este tono didáctico, el Madrid estuvo a punto de destripar al Atlético en el primer cuarto de hora. Gordillo, situado como extremo izquierda, descolocó a la defensa local hasta el punto de sumar tres ocasiones prácticamente seguidas de marcar. En una de ellas no acertó con la uña en un balón raso de Losada; en otra Abel le sacó un remate venenoso y, por último, se atrevió con una soberbia volea que estalló en el palo. El remate merecía el gol por muchos motivos. Gordillo había sido el rematador más consistente del Madrid y cabía esperar que el fútbol tuviera algo de justicia con este gran futbolista, por otra parte el único que no ha marcado esta temporada entre los titulares del Madrid. Pero no la hubo. Su remate sólo sirvió para que Fernando Hierro cazará el rechace y empujara la pelota con la cabeza.
Para entonces el Atletico ya había marcado dos goles, una demostración de puntería más que de otra cosa. Había rematado dos veces y había conseguido el pleno. Su juego había sido defectuoso, aunque se advirtiera más nervio en su jugadores que en los del Real Madrid. En el Madrid estaba en la rifa del gol. Hubo una falta al borde del área que provoco sabrosos comentarios entre Hierro y Michel, que sortearon entre carcajadas el encargado de ejecutar el friqui del gol centenario. Tiró Hierro, pero no acertó en esta ocasión. Veinte minutos después llegó su hora.
Tras el primer gol del Madrid, el encuentro ganó en contenido subterráneo y perdió los bonitos trazos naif de los primeros instantes, en los que Michel, como medio centro, había tirado de compás con precisión y elegancia. En la segunda parte, el Madrid decidió sellar la superioridad de su juego en el marcador. Ahora que las relaciones entre los dos clubes son de barricada y bomba, se trataba de saldar el duelo con un buen resultado. Pareció que el Atlético podría resistir, pero llegó aquella falta con el minuto 90 ya superado y el zapatazo tremendo de Hierro, que confundió a todos. A los rojiblancos, que se desesperaron, y a los madridistas que tomaron el Manzanares como si fuera San Siro. Cosas de los derbies.
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