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Los 'siete grandes' bendicen la unión monetaria alemana y se inquietan por el yen

Los ministros de Economía y Hacienda y los gobernadores de los bancos centrales de los siete países más industrializados otorgaron ayer en París su total bendición a la unión monetaria alemana y mostraron su inquietud por la baja del yen, cuyas consecuencias, afírmaron, son "indeseables para el proceso global de ajuste". El Grupo de los Siete (G-7) constató que, salvo por la enfermedad del yen, la situación económica mundial induce al optimismo. El G-7 no llegó a un acuerdo sobre el aumento del capital del FMI, tema que se tratará el próximo mes.

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El comunicado final del encuentro de los principales responsables económicos de Estados Unidos, Japón, la República Federal de Alemania, Francia, el Reino Unido, Canadá e Italia afirma: "Las perspectivas de crecimiento global siguen siendo buenas, con una inversión dinámica, una inflación contenida y una reducción de los desequilibrios exteriores".El G-7 invita, no obstante, a los países miembros del club de los ricos a seguir vigilando de cerca las tasas de inflación. Asimismo, los países que presentan serios déficit presupuestarios deben reducirlos e incrementar el ahorro privado. Los que conocen excedentes exteriores importantes deben favorecer un crecimiento no inflacionista de su demanda interna. En todos los casos, el ahorro debe ser animado universalmente con políticas estructurales adecuadas.

La reunión del G-7, celebrada en la sede del Ministerio de Economía francés y presidida por el titular de este departamento, Pierre Beregovoy, fue precedida de un encuentro bilateral en un hotel parisiense entre James Brady, secretario del Tesoro norteamericano, y Ruytaro Hashimoto, ministro de Finanzas japonés. En las vísperas de la reunión del G-7, Washington y Tokio habían firmado un acuerdo de principio destinado a reequilibrar sus intercambios comerciales.

La gran novedad de la cumbre monetaria de ayer fue que por primera vez desde su creación en 1985, en el hotel Plaza de Nueva York, el G-7 no se ocupó de las oscilaciones del dólar. La moneda norteamericana, centro del sistema monetario internacional, presenta ahora una relativa buena salud.

Los miembros del club de los ricos constataron ayer que esta vez el enfermo es el socio nipón. Hasta ahora, Japón parecía al abrigo de las tempestades. Año tras año se iba elevando en la escala de las naciones prósperas, ante la admiración, la envidia y el temor de Estados Unidos y Europa.

El yen, a la baja

La situación ha cambiado. La cotización del yen oscila con irregularidad y neta tendencia a la baja. La Bolsa de Tokio, por su parte, registra pérdidas continuas sin arrastrar por ello a Estados Unidos o Europa. Uno de los altos funcionarios franceses que habían preparado la reunión del G-7 comentaba ayer que esos fenómenos "rompen el mito de la invulnerabilidad nipona y demuestran que todas las economías modernas son frágiles".La economía japonesa vivía bajo un régimen de extrema protección. El reciente acuerdo de principio entre Washington y Tokio pretende reequilibrar en parte esa situación. Tokio se ha comprometido ante los norteamericanos a suprimir ciertas prácticas comerciales o administrativas que dificultaban la entrada de productos extranjeros.

Para curarse en salud, el propio ministro japonés Hashimoto había declarado que el encuentro no estaba destinado a ocuparse de los problemas de los mercados financieros japoneses. Esa declaración, previa a la reunión, no le impidió ayer insistir en la necesaria solidaridad de los otros con las angustias niponas. El comunicado final del encuentro da satisfacción a los japoneses al afirmar que el G-7 considera "indeseables" los efectos de la baja del yen y que seguirá de cerca su desarrollo.

Alemania Occidental fue la Alemania Occidental fue la gran triunfadora. Theo Waigel, ministro de Finanzas de la RFA, y Karl Otto Poehl, presidente del Bundesbank, dedicaron buena parte de sus intervenciones a demostrar que los intereses de los países occidentales no están en peligro por el proyecto de unión monetaria entre la RFA y la RDA, que debe concluir el próximo verano. Los otros socios expresaron su temor de que la unificación provoque un aumento espectacular de la inflación alemana y, como consecuencia, una subida de las tasas de interés en la RFA. Ese fenómeno provocaría graves perturbaciones en los mercados financieros mundiales.

Al final, el G-7 concluyó declarando que la "unión económica y monetaria alemana puede contribuir a mejorar el crecimiento mundial y reducir los desequilibrios exteriores en Europa". El ministro francés Pierre Beregovoy declaró en conferencia de prensa que los alemanes se habían comprometido a que su unificación no provoque el incremento excesivo de sus tipos de interés.

El aumento del capital del FMI ocupó buena parte del debate parisiense. Todos estaban de acuerdo en que el FMI no tiene medios suficientes para desarrollar su acción sobre todo en paises en vias de desarrollo. Había acuerdo para que ese aumento fuera del 50%, a mitad de camino entre la posición de Estados Unidos, que quería un incremento del 35%, y la de Francia, que pretendía el 100%. Estados Unidos mantendrá su participación en el capital del 19,6%, y Japón aceptará pasar del 4,5%. al 6,2%, igualándose a la RFA.

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