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GOLF

El Masters revive el clásico duelo EE UU-Resto del Mundo

Todo está preparado en Augusta para que la 54º edición del Masters, el certamen de golf con participación más selectiva de cuantos se disputan, eche a andar hoy. Entre sus 85 jugadores, si se excluye a las viejas glorias norteamericanas Gene Sarazen, ganador en 1935, y Sam Snead, en 1949, 1952 y 1954, quienes abrirán de manera simbólica el campo, Severiano Ballesteros y José María Olazábal aspiran al triunfo. A su vez, la Policía del Estado de Georgia investiga la falsificación de entradas que se ha detectado. A 90 dólares el abono para los cuatro recorridos, el negocio podría haber sido rentable.

El Masters se plantea una vez más como el asalto de los jugadores extranjeros al feudo de los estadounidenses. En los 10 últimos años lo han conquistado en cinco oportunidades, algo terrible para el orgullo de éstos, que, de manera especial, pretenden resarcirse de sus últimas derrotas ante el escocés Sandy Lyle, en 1988, y el inglés Nick Faldo, en 1989, después de que el alemán occidental Benhard Langer les venciese en 1985 y Ballesteros lo hiciera en 1980 y 1983. Para ellos sería muy importante, pues, que la victoria no se les escapase en esta ocasión. Así podrían compensar en parte el hecho de que el australiano Greg Norman, con 19,41 puntos; Faldo, 16,66, y Ballesteros, con 15,65, dominen la clasificación mundial, en la que Olazábal es el noveno, con 11,13, y los europeos posean la bienal Copa Ryder desde 1985.Ballesteros, por cierto, ha incurrido en una pequeña contradicción con su más reciente planteamiento en relación con el Masters. Luego de sus fallidos intentos de vestirse por tercera vez su célebre green jacket (chaqueta verde), ha confesado semanas atrás que casi prefería que ya no se le considerara entre los favoritos. Él cree que de esa forma se sentiría menos presionado y que, en consecuencia, podría desarrollar mejor su excepcional calidad. Pero, si siempre se cuenta con él, su tercer puesto en el torneo de Woodlands (Texas) el pasado fin de semana ha tirado por tierra su intención de pasar algo inadvertido. Eliminado con anterioridad en el de Orlando (Florida), parecía bien encaminado a ello. Pero su legítima ambición profesional de acumular éxitos le ha delatado. Queriendo o sin querer, Olazábal lo ha hecho al contrario. En esta cita quedó el décimo y en aquella no superó el corte. Desde hoy tienen que demostrar el uno y el otro que sus preparaciones para la apertura del Grand Slam de los noventa han sido las idóneas. Ballesteros debe responder a las exigencias de su prestigio y Olazábal a las de su ansiado carácter de alternativa.

Un abuelo marchoso

Curtis Strange, el cuarto del ranking, con 13,99 puntos; Mark Calcavecchia, el quinto, con 12,93; Paul Azinger, el séptimo, con 11,99; Payne Stewart, el octavo, con 11,76, y Tom Kite, el 102, con 10,84, son, en principio, las mejores opciones locales. Pero desde la perspectiva sentimental, Jack Nicklaus protagoniza otra. Si en 1986, a sus 46 años, se convirtió en el triunfador menos joven del Masters, ahora, a sus 50 y ya abuelo, muchos aficcionados nostálgicos piensan en nuevo milagro suyo.La razón de que el legendario Oso Dorado, el hombre que más títulos del Grand Slam ha coleccionado, 18, haya saltado de improviso al primer plano se encuentra en su debú triunfal en el circuito senior de su país. Su paseo victorioso por la prueba de Scottsdale (Arizona) le ha tornado incluso extravertido en público, algo raro en él, justamente al revés que otro cincuentón famoso, Lee Treviño. Éste, bromista y ocurrente con vistas a la galería, flirteaba con su esposa, Barbara, mandándole flores cada semana para encelar a Nicklaus y forzarle a competir con él en el tour paralelo, del que es el amo y señor. El surafricano Gary Player, menos sutil, incluso le había criticado por haber dado a entender que no le motivaba jugar con aquellos a los que ha superado durante tanto tiempo. Al final, la experiencia le ha encantado: "No recuerdo desde cuando no me sentía tan bien".

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