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Al calor de los rascacielos

Un estudio demuestra que son los edificios los que elevan la temperatura en la gran ciudad

En el centro de la ciudad de Madrid y en los grandes, núcleos de población de la periferia, la temperatura asciende tres o cuatro grados si se toma como referencia el campo abierto de sus inmediaciones. El Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y el departamento de Geografía de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) estudian esta particularidad del clima urbano. Madrid es una isla de calor, pero la alta temperatura sobre el asfalto la genera la masa de edificios, y no, como es creencia general, los coches y las calefacciones.

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Durante seis años se han hecho cerca de 200 viajes de punta a punta de Madrid para demostrar la existencia de esa isla de calor. El equipo investigador, dirigido por el profesor Antonio López Gómez, del departamento de Geografía de la UAM, ha utilizado sistemas pedestres. López Gómez realiza mediciones directas de temperatura desde un coche que lleva una sonda y termómetros digitales, a falta de observatorios fijos para obtener los datos necesarios. A menudo, el equipo sale a registrar los valores térmicos a las horas más gélidas de la noche, antes de la salida del sol.Ya sea verano o invierno, en situaciones de estabilidad atmosférica, con cielo despejado y sin viento, hay una sensible diferencia de tres o cuatro grados entre los ámbitos urbanos y los paisajes abiertos. Precisamente en las noches invernales, cuando, por regla general, las máximas caen en picado, la temperatura de la ciudad decae débiImente y con lentitud. La isla de calor es muy débil por la mañana, según demuestran fotografías tomadas por el satélite Hispasat.

Nueve grados de diferencia

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Algunas veces se han registrado temperaturas de hasta nueve grados de diferencia entre el centro de Madrid y el polígono industrial de Alcobendas, aun que lo más habitual son tres o cuatro grados. Pese a lo que podría pensarse, esto no se debe al calor que expulsan las cale facciones o los automóviles, sino a los propios edificios que forman la ciudad, según su altura, volumen y agrupamiento.

De hecho, la isla de calor existe también en verano, cuando no están activas las calderas y la ciudad se vacía de coches.

"No es nada inédito", señala Antonio López. "Las investigaciones sobre este fenómeno se han multiplicado a ritmo acelerado en las últimas décadas en Europa, América del Norte y Japón. Nosotros lo estudiamos en Madrid porque no se le había ocurrido antes a nadie". El catedrático explica las razones de la isla de calor: "Las ciudades reciben entre un 10% y un 30% menos de calor solar que el campo por la contaminación del aire, pero esta pérdida se compensa con creces, ya que la masa de edificios lo almacena y emite por la noche con mucha más lentitud que el campo, donde la pérdida de energía calórica es inmediata después de la caída del sol". Sencillamente, los materiales de los edificios, ladrillo y piedra sobre todo, acnmulan mucha más energía que la vegetación y el suelo y la irradian por la noche.

Los estudios de la capital de España son minuciosos. En la glorieta de Atocha, la temperatura suele ser un grado superior en el extremo de la plaza donde comienza Santa María de la Cabeza y el paseo de las Delicias que donde arranca el paseo del Prado. ¿Por qué esta diferencia en pocos metros? "En el extremo sur de Atocha hay edificios cercanos entre sí y de altura media", explica Antonio López, "mientras que en el otro extremo la calle es ancha y está el Jardín Botánico, que, como el Retiro, es una isla de frescor", detalle que no se le escapa a ningún ciudadano.

La investigación sobre el clima urbano está en su segunda fase, mientras que los resultados de una primera ya han sido publicados por el CSIC. El análisis destaca cómo el clima de las ciudades varía según la morfología urbana: la orientación de los edificios, su concentración o dispersión, su altura y volumen. El equipo de investigación, formado también por Felipe Fernández y Fernando Arroyo, ambos profesores de Geografía de la UAM, ha registrado hasta ahora 95 perfiles de temperaturas desde un coche que realiza itinerarios fijos. Cuentan con tres colaboradores, y otras nueve personas ayudan a hacer las observaciones. No pueden salir todos los días, ya que han de atender a tareas docentes y administrativas.

Caluroso Chamberí

Las mayores temperaturas se registran en los barrios de Salamanca, Chamberí y Argüelles, donde la edificación es compacta y voluminosa; también en el centro histórico, de caserío apiñado, y alrededor de los potentes edificios de la Gran Vía. Este gran espacio central de temperaturas altas se prolonga por la Castellana hasta la plaza de Castilla, por Alcalá hasta Ciudad Lineal y por la avenida de la Albufera hasta la villa de Vallecas. Cuando sopla el viento, la isla se desplaza a sotavento, y desaparece si el aire es muy intenso.

El Manzanares es uno de los límites de la isla: sobre todo en su tramo occidental, la temperatura cae bruscamente, igual que cae la ciudad hacia el río. Otras zonas donde los mínimos son constantes son los parques y jardines, por pequeños que sean.

Así sucede en el Retiro, el Jardín Botánico, los jardines de los Nuevos Ministerios, el parque Azorín (en Vallecas), la finca Torre Arias (en la avenida de Aragón) y la Ciudad Universitaria.

Los núcleos de población, en los extremos de los itinerarios (Alcorcón, Aravaca, Alcobendas y Getafé) también tienen sus islas locales de calor, con temperaturas de tres a cinco grados más elevadas que los mínimos inmediatos.

Antonio López desearía que la medición fuese más sistemática, al menos diaria durante todo un año. "Esto permitiría unas conclusiones cuantitativas de aplicación práctica, por ejemplo, en el cálculo de calefacciones", señala el catedrático, ya que "el cálculo energético de los edificios se realiza con una temperatura igual para todo Madrid, pero nuestros datos señalan que hay zonas más cálidas, donde obviamente las necesidades serían menores".

Sin embargo, la facultad de Filosofía y Letras de la UAM, de la que depende el departamento de Geografía, carece de medios, y el Ayuntamiento, aunque facilita los resultados de los observatorios de la red anticontaminación, no ha apoyado el proyecto con personas que recogiesen los datos.

Tesón científico

Es destacable el tesón y la curiosidad científica de este equipo: "Nos agrada hacerlo, aunque a veces es muy duro salir en pleno invierno a las cuatro de la madrugada en el coche y recorrer ida y vuelta los itinerarios" ' confiesa sonriente Antonio López. "Otras aplicaciones", añade, "revertirían en el aumento de la calidad ambiental de Madrid, como serían la distribución de espacios verdes o los volúmenes de edificación".

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