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Joyce Bulifant

El retrato de una disléxica

Is peude eler etse xteto dómocadente y se aquatna, le pasará lo mismo que a Dickens, Einstein, Carl Lewis, Steve McQueen, Cher, Tom Cruise, Nelson Rockefeller y Joyce Bulifant. Es usted disléxico. No es grave, no está usted enfermo, no es subnormal. Solamente es usted distinto. Y, a menos que sus padres sean muy comprensivos, sus profesores no le chillen y viva usted en muy pocos sitios de Estados Unidos, es usted profundamente infeliz.No se trata sólo de trabucar las letras. Hay disléxicos que no oyen todos los sonidos. Los hay incapaces de hacer la más primitiva operación de suma o de concentrarse durante más de unos minutos.

Joyce Bulifant era hasta hace seis años una actriz de éxito en EE UU. Nadie podía adivinar que tenía un problema que ni siquiera ella era capaz de explicarse. Si viajaba en un avión y su butaca era la C-6, invariablemente se sentaba en la C-9. Si el periódico de la mañana anunciaba que "unas monjas habían sido presentadas al Papa", ella leía con gran escándalo y no sin risa que "nueve monjas habían sido preñadas por el Papa". De hecho, era una invitada favorita en los concursos televisivos de problemas de deletreo u ortografía. Como es muy graciosa, se las componía para parecer adrede la tonta del bote. El país entero se reía con sus cosas.

Un día, hace seis años, de pronto comprendió que en realidad era disléxica. Nunca más volvió a participar en un concurso de televisión ni a prestarse a su infierno particular de humillación. Dejó su carrera en el cine y se dedicó en cuerpo y alma a defender y ayudar a los disléxicos como ella. Y como sus dos hijos. La dislexia, en efecto, parece ser una condición genética heredada, aunque la investigación médica aún se encuentre en pañales. La antigua actriz es hoy vicepresidenta de la Fundación para la Investigación de la Dislexia. Dedica su vida a viajar, a hablar a padres y educadores, a promover leyes, a crear instituciones y formar maestros.¿Qué quiere decir que alguien es disléxico, es decir, que tiene dificultades de aprendizaje? "Nada", contesta Joyce Bulifant. "Quiere decir que alguien tiene dificultades para aprender como los demás. Es estúpido y humillante que el maestro le desprecie o le llame tonto, por que no merece ni una cosa ni otra".

La prioridad absoluta para un disléxico es que se dé cuenta de su condición, que entienda que no es subnormal y que no pierda su propia estima. ¿Y los padres? "Son absolutamente esenciales. Es asombroso el rechazo que se produce en muchos de ellos con sus hijos disléxicos; es increíble el número de veces en que mientras la madre señala las dificultades del niño y su necesidad de ser ayudado, el padre se irrita y pregunta: ¿No ves cómo juega? No le pasa nada; sólo le pasa que es un vago". No es un vago: es distinto, y generalmente más inteligente que la media.

"Sin embargo, ser disléxico es tan anormal como tener los ojos azules en un país en el que la mayoría los tiene marrones: apenas una alteración genética. ¡Pero qué maravilla! ¡Qué fuente de riqueza personal! Como se las tienen que ingeniar en un mundo hostil, son mucho más ocurrentes, más imaginativos, más intuitivos que los demás". El 15% de la población es disléxica. Y la sociedad se empeña en no darse por enterada. ¿Qué hacer? "Es sencillo". Ríe. "No, la verdad es que no es sencillo. Los padres tienen que crear asociaciones. Sólo ellos puede presionar y poner dinero entre todos para formar maestros y abrir colegios. No hay soluciones milagrosas".

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