La censura adopta nuevas formas en la televisión norteamericana
Cuando Lucille Ball apareció embarazada en su programa Te quiero Lucy, los censores de la cadena CBS sólo aceptaron la situación con la condición de que se dijera que Lucy estaba "esperando" (expectant) en lugar de embarazada (pregnant). Ha llovido mucho desde aquellos años cincuenta, aunque aun hoy a Hope (Mel Harris), una de las actrices de Treinta y tantos, no se le permita aparecer en una escena abriendo la tapa de la taza del retrete. Los censores son ahora menos numerosos en las cadenas norteamericanas, pero, como demuestran recientes boicoteos de anunciantes y telespectadores, la censura ha encontrado otras vías.Un periodista norteamericano, Jay Martel, señalaba las contradicciones en las que vive la pequeña pantalla en aquel país. Mientras en series como Cheers, Treinta y tantos o Murphy Brown, pueden plantearse situaciones y un lenguaje ciertamente audaz para el medio, una estación afiliada a la cadena CBS se niega a emitir la serie Dirty Dancing simplemente por su nombre.
Hoy, como decía este periodista, ya se puede ver un pezón fuera del National Geographic aunque el hecho de que un compañero le diga a Murphy Brown que ella es una putz (palabra que puede significar 'pene', 'imbécil' o 'tiempo perdido') provoca gran revuelo en la CBS. "La atmósfera es definitivamente más indulgente", decía recientemente Diane English, creadora de Murphy Brown, que hace tan sólo tres años no hubiera podido plantearse un episodio como el que hizo sobre un personaje y sus problemas para encontrar un banco de esperma.
Un caso como el de la serie Enfermeras ha hecho correr mucha tinta y muestra la cuestión de la censura desde otra perspectiva. La retirada del espectáculo de varios anunciantes, a raíz de las protestas provocadas por el espacio piloto, obligó a su productor, Aarn Spelling, a replantearse el programa. Las protestas se centraron especialmente en las escenas en duchas y reservados del hospital, donde las enfermeras parecían estar más para retozar que para cuidar de los pacientes. Las reclamaciones de la Asociación de Enfermeras de América fueron oídas a pesar de la insistencia de los productores en el carácter de entretenimiento de su programa. Las presiones sobre determinados espacios proceden de grupos organizados, como el que dirige el ya célebre reverendo Donald Wildmon, que ha llegado a elaborar clasificaciones de infractores contra el sexo y la violencia que después envía a las agencias de publicidad y anunciantes.
En un artículo sobre las últimas manifestaciones de la censura, Walter Goodman señalaba: "Es difícil saber cuándo un grupo determinado ha manipulado a la cadena o la cadena ha capitalizado al grupo. Las cadenas gustan de la controversia por su capacidad para atraer telespectadores, pero les gusta más cuando la controversia es incontrovertida".
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