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Elecciones en la URSS

Hoy, domingo, las tres grandes repúblicas eslavas de la URSS -Rusia, Ucrania y Bielorrusia- van a elegir cada una su Parlamento, sus soviets republicanos y asambleas locales. Se trata de un escrutinio vital, porque de esas nuevas asambleas se espera que se conviertan en los "órganos políticos de la perestroika". Previamente el Soviet Supremo invistió a Gorbachov de verdaderos poderes presidenciales. Una etapa que marcaría de ahora en adelante la preeminencia de las instituciones del Estado sobre las del partido. Todo esto se inscribiría perfectamente en el programa esbozado durante la reciente sesión histórica del Comité Central del PCUS, y que prevé el abandono del monopolio del partido sobre el poder y el paso, por etapas, a un sistema democrático multípartido.Pero nada se hace ordenadamente en este inmenso país. Los acontecimientos se niegan obstinadamente a ajustarse a las resoluciones adoptadas en las alturas. ¿Por qué? Por carencia de tradiciones democráticas. Y también porque una parte de la población querría que el acceso a la democracia se cumpliera con mayor rapidez, como en los demás países del Este.

Tal reivindicación es expresada abiertamente por el Bloque Electoral. de los Demócratas Rusos, formado el 20 de enero en Moscú, y que agrupa, bajo la férula de los diputados radicales, una cincuentena de organizaciones implantadas en alrededor de 20 ciudades rusas. El mitin del 4 de febrero en la capital, convocado por el bloque, tuvo tal éxito que uno de los oradores, señalando al Kremlin, que estaba en las cercanías, no dudó en exclamar: "Somos tan numerosos que podríamos tomarlo hoy mismo, pero no lo haremos, pues somos partidarios de la lucha pacífica por el poder". En el Kremlin sólo tuvieron en cuenta la primera parte de esta exclamación.

Debido a esto, con ocasión de la segunda manifestación del bloque, el 25 de febrero, se decidió no atenerse simplemente a las intenciones pacíficas alegadas por los organizadores. Para ponerse al abrigo de toda sorpresa se impuso a los manifestantes un recorrido muy alejado de la sede del poder. Los medios de información fueron movilizados para alertar a la población contra las provocaciones, el caos, la guerra civil incluso. En tal sentido fueron lanzados llamamientos patéticos no sólo por el Comité Central del PCUS, sino también por el metropolitano de Moscú, monseñor Pimen. Pese a este alarmismo, 100.000 moscovitas salieron a las calles en calma, en orden, y los oradores evitaron esta vez los desbordamientos verbales. Se limitaron a hablar de la necesidad de convocar lo antes posible una "mesa redonda de todos los partidarios de la perestroika", comparable a la que en Polonia había permitido un compromiso institucional entre el partido comunista y Solidaridad. Sin embargo, el bloque sólo tiene un mes de existencia y su implantación no es comparable a la de Solidaridad después de 10 años de batallar contra el régimen del general Jaruzelski. Y lo que es más, las dos manifestaciones de Moscú pusieron en evidencia el carácter heterogéneo del bloque, donde los comunistas demócratas se codean con los anticomunistas más enconados, los socialdemócratas y toda una gama de grupúsculos, desde los anarquistas y los zaristas hasta los partidarios del esperanto. Se sabe también que en Polonia la mesa redonda precedió a las elecciones al Parlamento Nacional, mientras que en la URSS el Congreso de los Diputados ya fue elegido el año pasado. Allí, casi todos los dirigentes del bloque, desde Boris Eltsin hasta el juez Gdial, desempeñan legalmente su papel de opositores. A fin de cuentas, se tiene la impresión de que los líderes de los demócratas rusos, aunque expresan impaciencia ante la lentitud del cambio de sistema, no proponen ningún proyecto coherente para acelerar la perestroika.

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No fueron los únicos en hacer una irrupción espectacular en la escena soviética. Frente a ellos, 12 organizaciones que incluyen el Frente Unido de los Trabajadores Rusos crearon el Bloque de los Movimientos Sociales y Patrióticos de Rusia. Igual que los demócratas, estos patriotas no son más que una coalición heterogénea de descontentos, pero quisieran defender las conquistas del régimen soviético que juzgan positivas y protestan principalmente contra la profundización de las desigualdades sociales. Reclaman una reforma monetaria "para confiscar legalmente miles de millones de rublos y otros bienes acumulados por los aprovechados de la economía de las sombras". Lo más destacable de su programa es, sin embargo, la exigencia de revalorización de esta República rusa, que hasta ahora se identificaba con la URSS y no tenía prácticamente instituciones propias. Hoy, los patriotas quisieran que Rusia volviera a ser dueña de sus enormes riquezas naturales y que pudiera negociar con las otras repúblicas federadas y con el extranjero las condiciones de explotación y comercialización de esas riquezas. Piensan que esto permitiria mejorar rápidamente el nivel de vida de los trabajadores rusos, los peor pagados de la Unión Soviética. Evidentemente, uno puede preguntarse qué efecto tendría semejante revalorización de Rusia sobre las repúblicas periféricas, que de todos modos, como lo demuestran las elecciones en Lituania, manifiestan su voluntad de separarse de Moscú. Pero el problema ruso, soliviantado muy demagógicamente por el bloque de los patriotas, encuentra un vasto eco incluso en una parte de la clientela del bloque demócrata. Eltsin, pór ejemplo, juega abiertamente la carta rusa y se presenta en todas partes como el candidato a la presidencia de Rusia. Esto le aseguraría una posición de fuerza frente a Gorbachov.

Este último, en principio, es el único que ha presentado en la URSS una plataforma electoral completa y dispone del único partido implantado en todo el país. Pero en la práctica, desde que ese partido ya no está seguro de conservar el poder, el cemento que lo unía se disgrega a ojos vista. El aparato de base, al sentirse sacrificado por el centro, tiene tendencia a adscribirse a las banderas de los patriotas. Al menos, éstos prometen mantener el orden. En cuanto a los intelectuales del partido, casi todos se unieron al bloque de los demócratas. Y, por añadidura, la mayoría de los dirigentes de las regiones y de las repúblicas, que, según el proyecto inicial de Gorbachov, debían ponerse a la cabeza de los soviets, ha decidido, por el contrario, no presentarse en absoluto. Después de su derrota en las elecciones del año pasado, no quieren sufrir una segunda humillación. ¿Quién defenderá entonces los colores del PCUS? Pravda se limita a aconsejar a los electores que examinen atentamente las biografías de los candidatos, dejando entender que sólo aquellos que no están comprometidos con la antigua gestión se benefician de la confianza del partido.

En Rusia no es fácil hacer su elección en función de semejante criterio. Los candidatos son muy numerosos, una media de siete por circunscripción, y en su caza de votos no siempre anuncian claramente su color. Uno declara que está a favor del bloque de los demócratas, pero también aprueba la última plataforma del PCUS; otro está a favor de esa plataforma, pero comparte algunas reivindicaciones del bloque de los patriotas. Pese a esta confusión, Pravda no va descaminado al afirmar que "la lucha por el poder en la URSS ha comenzado". Los soviets ya no serán, después de las elecciones de hoy, una simple emanación del PCUS, y es con ellos, sea cual fuere su composición, con los que Gorbachov tendrá que llevar a cabo sus reformas políticas y económicas. Será también con quienes resulten elegidos hoy, miembros de un PCUS ya atomizado, con los que tratará de formar ese otro partido comunista del que deberá surgir el 28º Congreso del PCUS, a comienzos del verano.

K. S. Karol es periodista, autor de Un año de revolución en el país de los soviets. Traducción: Jorge Onetti.

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