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El Barcelona supo llegar a la jugada decisiva

Luis Gómez

El público concluyó ayer que las desgracias del Madrid no tienen fin porque el Barcelona logró su primera y única ventaja en el marcador a falta de 5 segundos y tras dos tiros libres de Epi. Conclusión superficial donde las, haya y ciertament, descaminada: el Real Madrid anotó tres puntos en los Últimos siete minutos. Dicho así, queda claro que jamás habría ganado con semejante trayectoria. El Barcelona, por el contrario, es actualmente un equipo que derrocha ciertas incuantificables virtudes propias de la madurez; al saber estar une un mortífero don de la oportunidad. Los azulgranas, no son ya un conjunto barroco, no practican el alarde innecesario: dan donde tienen que dar. No es ningún demérito ganar con dos tiros libres de Epi. Es, simplemente, lo más prácitico.Sin erribargo, el Madrid creyó haber encontrado el buen camino durante 32 minutos, y cierto es que en ese período actuó con una seriedad desconocida en esta temporada. A través (le una defensa táctica extraordinaria y fiados en la inagotable resistencia del base Llorente, los madridistas lograron atoras el equilibrado mecanismo de: juego de sus rivales. Salvo las salidas exteriores del pivot David Wood -autor de dos triples-, el Barcelona no encontraba la fórmula adecuada para mantener una fluidez ofensiva. Es más, su juego interior dejó de existir durante muchos minutos y, a partir de esta círcuristancia, el Madrid cobraba conciencia de que podía resolver asu favor.

¿Por qué no ganó? Sencillamente porque no supo mantener el equilibrio de la primera parte y fue desgastándose ofensivamente hasta llegar a un punto de parálisis casi total. El juego extenor, que es el que naturalmente acusa la ausencia de Biriukov, se redujo al mínimo y todo quedó limitado a lo que pudieran hacer tanto Ortiz como Antonio Martín. Llegados, a ese punto, al Barcelona le bastó con cerrarse mejor debajo del aro para que los tapones abundaran y el Madrid comenzase a temer que, una vez más, la suerte no le iba a acompañar.

La maquinaria madridasta llegó a pararse prácticamente en el minuto 33. La del Barcelona, no, aunque funcionase con chirridos. Desde ese rnomento, el equipo azulgrana recortó la diferencia sin pararse a meditar sobre la calidad de su juego porque había comprendido que si llegaba al minuto final con opción de triunfo, el Madrid jugaría con todos sus fantasinas alrededor. Tan claro lo vio que Epi se encargo de transformar el triple que daba el empate a 85 y los dos tiros libres que sentenciaban el triunfo. Y consecuencia de ello fue que, en la jugada decisiva, Llorente falló por primera vez en su último lanzamiento tras una ejecutoria perfecta. Llorente no se lo pensó demasiado, le quemó la pelota y sus compañeros parecieron huir del pase. Fueron los fantasmas del Madrid, que estaban en la cancha.

El Madrid tiene demasiados deudos, dentro de la casa y fuera de este mundo; es un equipo con valeciente, que tardará en lograr su pleno funcionamiento si la suerte se lo permite, aunque ayer dio muestras de mejoría. Para su desgracia, ayer se encontró con el equipo que mejor dornina en España una de las claves de este juego en el que tanta generosídad de tantos, rebotes y circunstancias, tanta aparente productividad, sólo sirve en ocasiones para llegar con puntualidad al momento justo y puede quedar en entredicho si después de 35 canastas bien ejecutadas se falla en la que tiene que hacer la 36. La desgracia del Madrid no fue ayer el resultado. Fue tener enfrente al Barcelona.

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