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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Desintegración

LOS COMUNISTAS yugoslavos fueron los primeros en enfrentarse, ya en 1947, con el estalinismo. Entonces, la ruptura con Moscú fue un factor de aglutinamiento de las diversas repúblicas en torno a Tito, cuyo prestigio como combatiente antihitleriano estaba intacto. Hoy, en cambio, Yugoslavia tiene enormes dificultades para incorporarse a la corriente de libertad que recorre Europa. Y cuando lo hace es de forma desarticulada, en medio de la confusión: Eslovenia, la república más desarrollada, en vanguardia; mientras que Serbia, la república más grande con mucha diferencia, se ha convertido en un freno del progreso, en un fortín tanto del viejo autoritarismo comunista como del nacionalismo.En Kosovo, la política del nacionalismo serbio presenta su imagen más repulsiva, la brutalidad de la represión contra los habitantes de etnia albanesa (el 90% de la población) que piden se les devuelva la autonomía de que gozaban hasta hace un año. Las víctimas suman ya cifras aterradoras: decenas de muertos, cientos de heridos. Unidades del Ejército han sido enviadas a la región con el pretexto de realizar "maniobras". El clima es casi de guerra civil. El presidente de la República yugoslava, Drnovsek, de nacionalidad eslovena, ha hecho, durante su visita a Kosovo, un esfuerzo para intentar abrir cauces de negociación. Pero el peso de las autoridades federa les es escaso como consecuencia de la reforma constitucional impuesta por Serbia hace un año para reforzar su dominación sobre Kosovo.

La responsabilidad de esta dramática situación corresponde al actual presidente de Serbia, Slobodan Milosevic; surgido en la escena política como un renovador por sus críticas a la burocracia corrompida, muy pronto se desveló como una personalidad propensa al populismo y la demagogia. Con la bandera de Kosovo movilizó a los ciudadanos, alentó el nacionalismo serbio y se convirtió en líder carismático, pero manteniendo a la vez los peores métodos autoritarios del comunismo. Ahora acusa a los manifestantes de Kosovo de "terroristas" y ha organizado un proceso de corte estaliniano acusando a los dirigentes comunistas de la región de ser "contrarrevolucionarios". Pero los efectos de la política de Milosevic no se reflejan solamente en Kosovo. El temor a las pretensiones hegemónicas de Serbia se extiende a otras repúblicas, que afirman cada vez más una voluntad de seguir un camino propio.

En ese marco, Eslovenia lleva más de dos años haciendo progresos importantes hacia la democratización. Al amparo de un recobrado pluralismo político han surgido organizaciones de diverso carácter, ecologistas, culturales, juveniles, y un debate intenso entre ellas. Existen varios partidos que están en plena campaña electoral con vistas a los primeros comicios libres, que tendrán lugar en marzo. Los comunistas eslovenos tienen ya poco que ver con lo que representa Milosevic. Se mueven en un cuadro político distinto. En el congreso que acaban de celebrar han decidido romper sus lazos con la Liga de los Comunistas Yugoslavos (LCY) y constituirse como Partido de la Reforma Democrática, con un nuevo programa y una ideología renovada. Sin duda, la preocupación electoral ha pesado en esta decisión. Pero el problema tiene mayor calado; mientras Serbia se oponga al avance hacia cambios democráticos será inevitable que aumenten las tendencias centrífugas. Con el peligro incluso de la desintegración.

La medida adoptada por los comunistas eslovenos de romper con la LCY se refiere solamente a la esfera del partido. Pero en otros terrenos se enconan las contradicciones: Serbia boicotea economicamente a Eslovenia como medio de presión. El contencioso entre esas dos repúblicas se agranda y la tragedia de Kosovo añade leña al fuego. Los eslovenos son radicalmente contrarios a los métodos represivos aplicados en ese caso. Al mismo tiempo que han decidido crear un nuevo partido, separado de la LCY, los comunistas eslovenos han afirmado que no desean la secesión y propugnan una solución confederal. En todo caso, existe una gran simpatía por la actitud de los eslovenos en otras repúblicas, como Croacia, Bosnia-Herzegovina y Macedonia. Ello es lógico: frente a los métodos de intransigencia y represión aplicados por Serbia en Kosovo -que son la imagen de la vieja política-, las elecciones de Eslovenia representan la vía del acercamiento a las corrientes que predominan cada vez más en la Europa actual.

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