Panorama para 1990: dos discretas ovaciones
El autor opina que este año se mantendrá la ya prolongada época de crecimiento económico en los países industrializados, aunque Estados Unidos siga sin reducir sus fuertes déficit fiscal y comercial, siempre que se logre mantener la inflación en niveles aceptables y no se produzcan recalentamientos. Samuelson aconseja para ello "prudencia y paciencia" a las autoridades monetarias.
Tanto Europa como Asia entran en la nueva década con una economía moderadamente fuerte. En 1990, la suerte de los negocios en países como España quedará determinada de forma decisiva por la fuerza o debilidad de la economía norteamericana.Según datos estadísticos a los que he tenido acceso, las posibilidades de que 1990 sea otro año de progreso para la economía de EE UU son de tres a uno: es el octavo año de nuestra expansión, lo cual casi equipara nuestra época con los 100 meses que se vivieron durante la era Kennedy-Johnson de los años, sesenta.
Esto supone una buena noticia tanto para nosotros como Para la economía mundial. Pero no implica que el índice de crecimiento real de Norteamérica no esté decayendo; además, tiene tantas posibilidades de situarse por debajo del 2% en 1990 como en años anteriores.
Nuestra tasa de desempleo ha bajado recientemente casi hasta el 5%. Esto, a todos los efectos, debería considerarse como un índice de pleno empleo. Durante el año 1990 no se sorprendan si la tasa de desempleo asciende lentamente hasta casi alcanzar el 5,5%.
Si este pronóstico se materializa, no será debido a que la sociedad norteamericana se encuentra en declive, condenada a perder la supremacía mundial. Más bien se tratará de una minipausa apoyada, si no inventada deliberadamente, por la Junta de la Reserva Federal.
El presidente Alan Greenspan y sus colegas federales todavía temen que la insistencia respecto a la consecución del pleno empleo podría comprometer la perspectiva de alcanzar una estabilidad de precios razonable. Tolerar un estancamiento cada vez mayor de la economía, opina la mayoría de las autoridades de la Reserva Federal, bien podría ser el precio necesario de una campaña que pretendiera evitar una reaceleración de la inflación.
Esto significa que la Norteamérica de George Bush posiblemente comience la década de los noventa con una política parecida a la de Japón y a la de la orquesta europea dirigida por Alemania Occidental. Sólo cuando se aproximen las elecciones del Congreso, en el otoño de 1990, se verá incitada la oposición democrática a intentar estimular la economía de una forma más enérgica.
¿Qué significa todo esto para el déficit presupuestario crónico de Norteamérica? ¿Qué supone para nuestro déficit de la balanza de pagos y para nuestra condición de deudores? ¿Tenderá el dólar a subir o a bajar en 1990?
Continúo escéptico aunque realista.
- Al margen de decorar el escaparate con fines estéticos, supongo que el presidente Bush fracasará en su intento de eliminar el déficit presupuestario sin añadir nuevos impuestos.
Gasto militar
- La reacción ante los acontecimientos de Europa del Este dará lugar sin duda a una reducción de gastos de defensa tanto en EE UU como en el extranjero. Vivimos un momento de gran emoción, pero, Occidente no puede estar seguro de que el presidente Gorbachov continúe en el poder. Por consiguiente, tengan cuidado con los pronósticos que confían en la cura del déficit fiscal en los próximos años.
- Del mismo modo, desconfíen de la afirmación de que nuestras exportaciones van a superar la cuantía de nuestras importaciones. La entrada de capital especulativo en EE UU ha mantenido el dólar tan caro en relación al yen o al marco que podría afectar a nuestras exportaciones al mismo tiempo que fomenta las importaciones.
- Si la Reserva Federal se descubre capaz de lograr un aterrizaje suave para nuestra economía, por medio de un descenso de las tasas de interés respecto a la producción en el extranjero, ello podría contribuir a la depreciación del dólar y a una mayor competitividad de nuestros fabricantes de cara al mercado exterior.
- Los precios de las obligaciones se mantendrán estables dentro de esta atmósfera de crecimiento lento. La vulnerabilidad de los precios de las acciones dependerá de la preocupación que suscite el hecho de que los beneficios puedan sufrir mermas al atenuarse el crecimiento, las ventas y la producción. Los inversores extranjeros que compran valores de Wall Street mostrarán mayor tendencia a la baja que nuestros inversores nativos institucionales, quienes continúan disfrutando de sus deliciosas plusvalías de 1988 y 1989.
-Claro está que la economía no es una ciencia exacta. No tenemos que estar completamente de acuerdo con la moderna previsión de un suave aterrizaje en el futuro.
No sólo existe la posibilidad de que el reciente debilitamiento de las ventas de automóviles norteamericanos empeore hasta el punto de convertir la experiencia de EE UU de 1990 en una auténtica recesión, sino que además debemos tener en mente la posibilidad de que la demanda de bienes y servicios pueda ser lo suficientemente fuerte como para recalentar la economía.
¿Cuál de ambos extremos es peor? ¿Demasiada demanda de negocios? ¿O muy poca?
Se supone que yo debo estar del lado de la oportunidad de empleo y del progreso de la producción. Si Norteamérica llegara a un índice de crecimiento del 3% en el transcurso de 1990 debido a un nuevo arranque de la productividad, ello desmentiría la presente previsión, cosa que yo acogería con gran entusiasmo.
Sin embargo, en este momento tendría que mostrarme temeroso ante cualquier crecimiento enérgico que ejerza presión sobre los recursos en capacidad industrial y reservas humanas. ¿Por qué? Porque en mi opinión sería una tragedia que al comienzo de una nueva década EE UU volviera al síndrome de estanflación [inflación combinada con estancamiento de la economía] que caracterizó los años setenta. Si la inflación de los precios creciera hasta un 7% anual, no cabe duda de que la Reserva Federal de Greenspan frenaría en seco los créditos.
Recesión
Lamentaría por nosotros, los norteamericanos, y por todos nuestros vecinos extranjeros tener que volver a pasar por todo lo sucedido en 1979-1982. A fin de lograr atenuar el índice de inflación hubo que soportar dos recesiones en EE UU y otra a escala mundial. Se perdieron puestos de trabajo, se diezmaron los beneficios y en todo el mundo hubo que sacrificar la producción en beneficio de la lucha contra la inflación.
La última década del siglo es un momento de oportunidad y esperanza. Para que siga siendo así se requiere prudencia y paciencia, características ambas que escasean en cualquier democracia popular que se esfuerce en exceso por elevar al máximo el volumen de las actividades de los negocios en un plazo demasiado, corto.
Por paradójico que parezca, la división entre el Congreso democrático y la Casa Blanca republicana posiblemente proporcione a las autoridades monetarias de la Reserva Federal el campo de acción suficiente para seguir el sendero de la prudencia y la paciencia. ¡Tres hurras por ello!
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