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'La hora de Bill Cosby' y 'Cheer's', telecomedias de éxito en la década de los ochenta

Se habla un poco alegremente estos días en cierta prensa de la crisis de la telecomedia norteamericana. La supuesta crisis, sin embargo, si da bien para un titular llamativo respecto a un género que ha marcado esta década que acaba, no puede ser sino aventurada cuando algunas telecomedias representativas como La hora de Bill Cosby, Roseanne, Cheer`s, Las chicas de oro, Nido vacío o Un mundo diferente siguen monopolizando en la actualidad (este mismo mes de diciembre) todos y cada uno de los seis primeros puestos de audiencia en las tres grandes cadenas norteamericanas (sin contar los grandes contratos que se han estado firmando con las cadenas afiliadas a partir de estas series, que han convertido a los autores de sitcom en las primeras fortunas de la televisión). Lo que sí es cierto es que son las veteranas telecomedias las que siguen estando, contra toda ley de gravedad y cansancio (cinco años lleva Cheer's en antena), y desafiando milagrosamente la inevitable y humana tendencia a la repetición, en la cresta de la ola. Las nuevas creaciones o se han cancelado ya a estas alturas o no superan una mediocre expectación Pero esto es algo que también le está pasando con igual o mayor intensidad a otros géneros. Le está sucediendo a ese otro poderoso sostén televisivo que es el género policiaco, de misterio e intriga, no acaba de recobrar los buenos tiempos ni con las nuevas series, ni con las viejas resucitadas.Al serial de lujo (o soap), que soporta una crisis endémica desde hace años y parece hibernado -quedan Dallas, Falcon Crest y Knots Landing- a medio camino entre el éxito y el fracaso; a las series médicas, que no han logrado repetir el éxito de un producto adulto como Saint Elshewere (que ahora emite Telemadrid con el título de Hospital); a las miniseries, a las que se está dejando fácilmente fuera de juego (es el caso de War and remembrance, la continuación de Vientos de guerra, una de las producciones más caras de la historia de la televisión) con películas de la pantalla grande, etcétera.

Se ha escrito un crimen (con una audiencia envidiable aún estas semanas pasadas en la cadena CBS, y que ahora vuelve a estar en TVE) sigue sin relevo que le haga mínima sombra, al tiempo que el retorno de Misión imposible fracasa ostentosamente, y los nuevos casos de Perry Mason se mantienen anclados en un discreto término medio. La creación de Steven Bochco La ley de Los Angeles permanece entre los programas preferidos (después de las telecomedias mencionadas), pero su nuevo invento, en forma de sitcom, Doogie Howser, M. D., no ha tenido el despegue que se esperaba. Por no hablar del retorno deslucido de Richard Chamberlain en El hijo de las islas.

Unos pocos ejemplos de lo que parece evidenciar, más que una crisis de la telecomedia, que hoy por hoy continúa dando guerra en la pequeña pantalla norteamericana y en la nuestra, una crisis general de ideas que marca el final de esta década. Una década en la que vieron la luz Canción triste de Hill Street, Cheer`s, Luz de luna, La hora de Bill Cosby, Míami vice, Las chicas de oro, Alf y algunos otros títulos que dieron a la televisión uno de sus mejores impulsos.

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