Esquerra, rota
ESQUERRA REPUBLICANA de Catalunya (ERC), uno de los partidos con mayor tradición histórica del actual panorama político, quedó el domingo pasado bajo el control de los independentistas radicales procedentes de la Crida a la Solidaritat que han ingresado en él desde 1987 con este fin. Ángel Colom, el dirigente de este grupo, manifestó en la defensa de su candidatura ante los congresistas reunidos en Lérida que su objetivo es crear y consolidar "un movimiento de liberación nacional que actúe en el ámbito de los países catalanes y consiga su independencia en el marco de una Europa de las naciones". Colom toma del radicalismo vasco su concepción movimentista, en la que la actuación del partido es sólo un acompañamiento, y la expresa en un escenario en el que caben -no sólo, pero también- los pañuelos negros del Moviment de Defensa de la Terra (brazo político de Terra Lliure).La adopción de este ideario supone una ruptura radical con la tradición histórica de Esquerra, inscrita a su vez en la concepción federal del Estado. Esta ruptura es continuación de la que se produjo en 1980, cuando el entonces secretario general del partido, Heribert Barrera, decidió apoyar a Jordi Pujol en su primera investidura como presidente de la Generalitat. Las primeras elecciones autonómicas habían dado una mayoría parlamentaria de izquierda si se sumaban los escaños, y los votos populares, de socialistas, comunistas y republicanos. Para el electorado de ERC, el gesto de Barrera supuso una situación insólita: los herederos de Maciá y de Lluís Companys aupando a la presidencia de la Generalitat al sucesor de Francesc Cambó, su declarado adversario político.
La opción de Barrera abrió un período de decadencia electoral y de desgaste orgánico que ha facilitado la sustitución de la militancia del partido por los activistas de la Crida, consumada en el congreso del domingo. La heteróclita suma de los centenares de cridaires, los incondicionales de Barrera y otros apoyos de última hora ha desbancado a una dirección moderada y con una estrategia también moderada de oposición al actual Gobierno autónomo.
A la suma de las dos rupturas de Esquerra con su ideario se añade además la quiebra formal del partido en dos mitades casi idénticas. El sector moderado, dirigido por el secretario general desbancado, Joan Hortalá, ha decidido crear otra formación política que mantenga los añejos principios e ideales: libertad para Cataluña en una España federal y justicia social.
Con ello, el panorama político de¡ nacionalismo catalán ha sufrido una brusca modificación. Los sectores juveniles que en los últimos años han protagonizado la agitación independentista -y últimamente de boicoteo activo a los Juegos Olímpicos de 1992- tendrán ahora la oportunidad de votar unas siglas históricas. Puede producirse así la concentración de un voto hasta ahora disperso u oculto en la abstención. Por vez primera será posible medir realmente el peso político del independentismo en Cataluña.
La otra cara de esta moneda es que ante el partido de Jordi Pujol se abre la reconfortante expectativa de que desde ahora habrá una agitación nacionalista radical que pondrá de relievt su moderación. El triunfo de Colom con el apoyo de Barrera ha sido una reedición de la actitud mantenida por este último en las numerosas crisis intemas provocadas por su supeditación a la coalición que encabeza Pujol. A Barrera, al parecer, tanto le da una ideología como la contraria. Lo que le importa es presidir lo que más convenga, aunque sea a costa de que muchos valores de su histórico partido lo abandonen en oleadas sucesivas.
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