El otro cine americano
Paul Schrader es un caso en la última generación de directores americanos. Insigne guionista de Yakuza de Pollack, Fascinación de De Palma, y Taxi Driver de Scorsese, luchó por consolidarse como director sin que sus películas (Blue collar, Hardcore) gozaran de la aceptación de sus guiones. Sólo el éxito de una obra tan extraordinaria como La mujer pantera hizo justicia a sus otros trabajos.American Gigolo tuvo la buena aceptación que merecía. Continúa esa línea de perversidades y juegos morales que tanto le gusta introducir a Schrader en historias que enfrentan al hombre justo con la corrupción palpable. Como en Hardcore o Taxi Driver se sumerge en ambientes turbios y morbosos para poner frente al vicio su mirada puritana. No tienen otra justificación algunas escenas como la del club de homosexuales que Schrader describe como si se tratara de un zoológico humano.
Esta moralización consciente no menoscaba la calidad del filme. Pero sin duda esta particular moral que imprime a sus películas es fruto de su formación religiosa (el director profesó el calvinismo) y la que traiciona un discurso narrativo correctamente expuesto y con calidad técnica en el acabado de sus filmes. Esto impide el éxito seguro al que Schrader estaría condenado como buen director; pero él siempre ha buscado el otro lado del cine americano tanto en el tema como en la forma.
El protagonista es un gigolo de lujo que a las órdenes de las mafias brinda sus servicios a las damas maduras necesitadas de compañía. El tono descriptivo de esta parte de la película es un documental sobre la actividad de Julien (Richard Gere) y un extraordinario trabajo de Schrader. Cuando el protagonista es involucrado en un asesinato y comienza la intriga afloran las inmoralidades de industriales, mafiosos y políticos. Julien, sin embargo, se convierte entonces en un ser traicionado.
Pero la maldad no es privativa de cierta clase social, aunque la moralidad parezca serlo de Schrader. Cierto que Julien es un verdadero apóstol del sexo que busca la realización personal a través de su profesión. Sin embargo no es un elemento ajeno a la corrupción, el gigolo es un elemento más de este engranaje. Pero Schrader lo muestra como un inocente que debe ser salvado, y no le importa que sea a cambio de la reputación de una mujer: alguien debe ser sacrificado, porque Julien
Richard Gere, perfecto gigolo, en el papel más bello y sensual de su filmografía consigue hacer creíble la difícil personalidad de Julien. Sin su gran interpretación, replicada perfectamente por Lauren Hutton este argumento de Schrader podría haber resultado una mala película.
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