"No es posible un consenso desde el disparate"
"Nosotros, en el trabajo de oposición, producíamos noticias. Ahora los diputados hacen oposición con lo que ya publican los periódicos"
Le gusta perderse siempre que puede por los meandros de la discusión económica. Así que en esta ocasión se ha traído unos papeles llenos de cifras para evitar la tentación. Precaución inútil: en cuanto ha visto abierto el portillo se ha lanzado a navegar por unas aguas que no considera nada procelosas. Hay, sin embargo, afirmaciones claras: "A corto plazo no habrá ajuste, pero si considerase que es necesario para mantener un crecimiento equilibrado de la economía, lo haría. Y lo hubiera hecho incluso estando en tiempo electoral".Al presidente del Gobierno, Felipe González, no hay quien le apee del burro de que mayoría absoluta equivale a Gobierno estable. Y lo argumenta: "En otros países, los distintos partidos no incluyen en sus programas elementos que puedan impedir más tarde un eventual Gobierno de coalición. En España no ocurre eso. A tres años de la culminación del Acta única y con la disciplina económica que es necesaria, yo prefiero que haya un Gobierno de mayoría absoluta aunque no sea un Gobierno del partido socialista". Una hipótesis tan lejana, tan lejana, que su evocación no constituye, desde luego, un dechado de generosidad para con el adversario. Le gustaría que hubiera un consenso sobre los grandes temas que España tiene pendientes de aquí a la culminación del Acta Única, pero asegura que "no se puede establecer un consenso desde el disparate".
Se apasiona en ocasiones. Y sobre todo cuando se habla de corrupción. "En este Gobierno no hay corrupción; sí la practican, en cambio, algunas de las personas y grupos que nos están acusando todos los días. A mí me queda neto al año poco más de cinco millones de pesetas, y jamás he tenido ni tendré uno de esos llamados despachos de influencia". ¿Y sus amigos? "Ninguno de ellos me ha pedido nada desde que dejaron de trabajar conmigo. Alguno ha vuelto a una actividad que ya tenía antes de trabajar conmigo y que había abandonado, perdiendo mucho dinero". Prefiere no hablar sobre su eventual abandono del cargo en un plazo próximo, y en cambio, sí anuncia que su partido, convertido en el pim-pam-pum de algunos, debería mantener en la próxima legislatura una actitud menos resignada.
Pregunta. Pero eso de recibir bofetadas de todos, después de ejercer el poder durante siete años seguidos, es bastante normal en democracia.
Respuesta. Es bastante normal. No es que nos quejemos. Es normal que el Gobierno se convierta en un referente; pero lo que no es tan normal es que se constituya en un referente exclusivo. Al final se les está diciendo a los ciudadanos: la cuestión es votar o no por el PSOE. Y eso me parece una reducción absurda de un proceso electoral.
P. Eso puede que tenga que ver con lo que se percibe como una falta de alternativa. ¿No cree que en eso tienen ustedes alguna responsabilidad?
R. Es difícil imaginar cómo uno puede tener responsabilidad en que la oposición no se articule como oposición. Nosotros somos muy prudentes a ese respecto, y lo somos hasta el punto de que hay decenas de dirigentes comunistas que trabajan con nosotros en los últimos años, y hasta ahora no habrá visto a ningún líder del partido exhibiendo eso.
P. Yo me refería más bien al proceso de desvalorización de la vida parlamentaria, a la dificultad de la oposición para ejercer allí su papel institucional.
R. Es posible que se haya creado esa imagen. Pero la verdad que se desprende de las estadísticas sobre comparecencias, sesiones de control, etcétera, establecen lo contrario. Soy el único presidente del Gobierno de la democracia que ha afrontado debate tras debate en el Parlamento. Pero ni siquiera las estadísticas son importantes. Ya he comentado el efecto que me produjo el último debate tras la cumbre europea de Madrid, con la ausencia de líderes de los partidos, incluso de los líderes que tienen su asiento allí. No se puede responsabilizar al PSOE de eso.
P. Lo cierto es que no les dan mucha cancha en la elaboración de leyes, en la constitución de comisiones de investigación...
R. Tampoco es eso cierto estadísticamente. Se admiten un número mayor de enmiendas de las que se admitían antes. Ahora bien, lo realmente importante es que la vida parlamentaria es más o menos viva en función de una oposición articulada y coherente que sea capaz de transmitir, a través del Parlamento, un mensaje y un proyecto a la ciudadanía. Eso es lo que creo que no han conseguido. Nosotros, cuando estábamos en la oposición parlamentaria, producíamos noticias. Ahora los parlamentarios hacen oposición recogiendo lo que ustedes escriben en los periódicos. Es lógico que alguna vez, sobre todo en el caso de reportajes de investigación, de noticias de anticipación, se utilice la plataforma de una información periodística en el Parlamento. Lo que no lo es tanto es que eso ocurra en el noventa y nueve por ciento de las preguntas que se formulan al Gobierno.
P. Ustedes se presentaban en 1982 como los abanderados de las libertades. Siete años después, han pasado de denunciadores a denunciados, de fiscales a reos.
R. En realidad, fue en 1977 cuando hicimos una campaña centrada en la libertad. Y no está de más recordar que a aquellas elecciones llegamos en una situación de desigualdad brutal: partidos legalizados pocos meses antes, 21 días de campaña, media hora de televisión, 8.000 alcaldes designados a dedo... Fuimos a las elecciones simbolizando el esfuerzo por hacer una nueva Constitución, por la recuperación de las libertades. A partir de 1982 lo que se produce es el asentamiento de un sistema democrático de libertades. No digo que antes no hubiera un clima de libertad, que ya se había recuperado, sino que todavía la ejercíamos en condiciones de poca seguridad. Y nunca hemos estado a la defensiva en ese tema.
'Pinchazos' telefónicos
P. Pero hay toda una lista de acusaciones en la plaza pública: apropiación patrimonial del Estado, Administración de justicia, medios de información públicos, desvalorización de las instituciones...
R. Eso no responde a la realidad. Honradamente, eso no es una campaña de acusaciones, sino de difamaciones. Cuando alguien dice que se siente menos libre ahora que hace unos años simplemente no dice la verdad. Aquí estamos confundiendo permanentemente lo que es una calumnia con lo que puede ser una acusación fundamentada en algo serio. Una de las bromas más frecuentes es la del líder que denuncia que le están controlando el teléfono. Eso ya lo hemos desmontado algunas vez. Si de verdad hubiera alguien responsable de escuchar a otra persona, el primero que querría que esa persona estuviera en la cárcel soy yo. Lo que me preocupa son los automontajes que se han puesto en marcha en algunas ocasiones. ¿Por qué no se va al juez a denunciar el hecho y después de comprobado se monta el escándalo? No, primero se monta el escándalo, y cuando se investiga y se dice que la escucha ha sido retirada. Eso forma parte de la tremenda irresponsabilidad con que se actúa.
En cuanto a la patrimonialización del Estado, eso es otra broma. Que se diga cuántos directores generales de la administración o representantes españoles en el exterior, o que se analicen instituciones como el Consejo de Estado y otras y se diga cuántas personas han sido nombradas por ser del PSOE. Por otro lado, que haya líderes históricos de la derecha, cuyo pasado preferimos no comentar, que digan que porque una sentencia no es de su gusto la justicia no es independiente sólo sugiere una carcajada o una respuesta muy dura acudiendo a esa memoria histórica. Eso no es serio.
P. Hay un terreno que también afecta al ejercicio real de las libertades y donde no existen calumnias, sino acusaciones muy concretas. Son los servicios públicos, la vivienda, la sanidad...
R. Efectivamente, la libertad, en términos reales, es el derecho a tener una asistencia sanitaria o un puesto escolar. Pero no solamente eso, sino que ese derecho pueda ser ejercido en una forma de razonable calidad. En ese terreno, la discusión sí es útil. Y entonces podemos decir que nosotros hemos incorporado a la sanidad pública a seis millones de personas.
P. Pero usted acaba de decir que es importante que ese derecho pueda ser ejercido en condiciones de calidad.
R. Seguro. Hay que decir también que, sobre todo en los grandes centros urbanos, la estructura sanitaria ha sido pensada de una forma tremendamente irracional. Pensada por esas personas de la oposición que ahora lo van a resolver todo si ganan las elecciones. Y a veces a uno le gustaría que no existieran esos grandes monstruos hospitalarios. El problema es que sustituirlos es imposible de un día para otro y racionalizar su funcionamiento cuesta mucho tiempo y trabajo.Por otro lado, la universalización de la asistencia ha producido una explosión de la demanda. Ahora bien, para un responsable de un partido político, al menos del partido al que yo represento, para la pregunta de si hay que dar asistencia a todos o centrar el esfuerzo en mejorar la de los que ya la tienen sólo hay una respuesta: hay que dar asistencia a todos los ciudadanos, haciendo al mismo tiempo un esfuerzo por mejorar la existente. En el tema de la vivienda, las competencias están transferidas a las comunidades. El Gobierno central sólo puede actuar de dos maneras: modificando la ley del Suelo -y ya se ha presentado un proyecto a las Cortes- y ofreciendo conciertos para la apertura de líneas de crédito. Pero hay que ser honestos: la nueva ley del Suelo no acabará por sí sola con la especulación. Depende del uso que hagan de esta ley los gestores responsable de esta materia, que son poderes públicos que no son el Gobierno de la nación.
P. Según ciertos estudios, el PSOE está perdiendo progresivamente apoyos de los sectores más dinámicos de la población y se está convirtiendo en el partido de las clases pasivas y de los medios rurales.
R. Eso de las cualificaciones de votos es muy peligroso. A mí me parece tan importante el voto de un trabajador en activo como el de un jubilado, el de un catedrático como el de un campesino. En el caso del PSOE, lo que ;e ha producido es un femóneno le homogeneización de sus apoyos, territorial y socialmente. Y se trata de un fenómeno positivo, porque no hay un partido que quiera gobernar si no tiene la capacidad de representar esa homogeneidad. De todas formas, es curioso que desde la izquierda no se considere positivo que el tradicional conservadurismo del campo español esté desapareciendo. Por otra parte, analizando colectivo a colectivo, sigue siendo verdad que el mayor número de jóvenes sigue votando por el partido socialista, así como que el mayor número de personas mayores también vota socialista.
P. ¿Pero no es cierto que se han dejado arrebatar banderas en temas que preocupan a crecientes sectores de la sociedad?: la droga, la ecología... Ahí está Vandellòs.
R. En el tema de Vandellòs hemos hecho lo que teníamos que hacer. El Gobierno Civil y la Dirección General de Protección Civil reaccionaron inmediatamente. Se está haciendo una investigación a fondo, y si se tiene que paralizar [la central nuclear], se paralizará. De todas formas, se olvida que nosotros fuimos quienes asumimos la responsabilidad de detener del desarrollo de la energía nuclear: el famoso parón nuclear. Eso es tener sensibilidad. Y somos nosotros los que hemos hecho toda la política de defensa del consumo que existe actualmente en España. Igual ocurre con política de ahorro energético. Y hemos sido nosotros quienes hemos puesto en práctica el principio de quien contamina paga y definido la figura del llamado delito ecológico.
Pero en todo esto subyace otra cuestión. Cuando se han producido grandes movilizaciones de la derecha con ocasión de temas como la LODE [ley orgánica del Derecho a la Educación] u otros, nosotros no hemos querido responder con contramovilizaciones. En ese sentido sí se ha producido una cierta desmovilización, consciente en este caso. Y lo hicimos en atención al duro pasado de este país. Ahora, superado esto, es preciso ir un poco más allá; la democracia, cuando se va asentando tiende a poner a cada cual en su sitio.
P. Es decir, que la próxima legislatura será para ustedes mucho más militante.
R. Desde este punto de vista, debería serlo.
P. Hablando de otra cosa. ¿Cree de verdad que la política económica de su Gobierno no tiene alternativa?
R. Sobre una misma política económica puede haber tres variantes que se pueden hacer y otra que no; bueno, sí se puede, pero a riesgo de darte la bofetada. Si lo que se considera como alternativa es alguna de esas tres primeras variantes, entonces sí hay alternativa; y si es la cuarta también hay alternativa, pero hacia el desastre. Lo que estoy diciendo se interpreta nuevamente como una arrogancia. Si se mira hacia los distintos países europeos se observan distintas variantes, pero todos saben que no puede hacer una política económica en contra de la que se está haciendo en el conjunto europeo y occidental.
Por ejemplo, hay quien habla, como fórmula mágica, de controlar el crédito. Estoy seguro de que no sabe qué quiere decir. ¿Controlar el crédito quiere decir que el Gobierno va a hacer un decreto para establecer que el crédito, a partir de ese momento, se va a dar al 7% o al 8%? Si quiere decir eso, entonces eso supone una ignorancia absoluta, que es mucho más peligroso que la mala fe. Francia es un Estado que controla casi el ciento por ciento del sector bancario. Y no hay un solo Gobierno, socialista o de Chirac, al que se le ocurra la patochada de decir que va a controlar el crédito. ¿O estamos hablando de una planificación de la economía como en los países del Este?
Planificación
P. Pero nadie utiliza ese referente económico, y además, ellos defienden que control del crédito y planificación son términos incluidos en la Constitución.
R. La Constitución no dice que debe haber un consejo de planificación, sino que puede haberlo. La opción es que haya alguien que quiera hacer ese consejo y planifique y controle el crédito o que haya quien crea que controlar el crédito es una frase que no se corresponde con la economía en la que vivimos.
Otra alternativa que se presenta a la política del Gobierno: hay que congelar los impuestos y después reducirlos. Y estos mismos dicen a continuación que eso no supone disminuir el gasto al público . Se trata del argumento según el cual la economía crece más al quedar liberados más recursos y, aunque disminuyan los impuestos, el Estado va a recaudar más. Esta propuesta tiene la enorme ventaja de que hay modelos: es la política del señor Reagan. Y el resultado es una Administración que tiene el mayor déficit de su historia y que no sabe cómo financiar.
P. Hay quien opina que no es correcto culpar de todos los desequilibrios al exceso de demanda en un país con mucha capacidad productiva todavía por explotar y con 2,5 millones de parados.
R. Eso, dicho así, en abstracto, responde a una verdad. Y me gustaría que se pudiera hacer tan fácilmente como se enuncia. La experiencia es que es muy dificil mantener los equilibrios con una tasa de crecimiento de un 4,551. o un 5%. Si algún Gobierno, aquí o en otros países, supiera cómo crecer a un 8% sin generar desequilibrios ya lo habría hecho. ¿Cuál es nuestra apuesta? Si pudiéramos mantener entre el 4% y el 5% de crecimiento y superar los elementos coyunturales de desequilibrio, intentando que el desequilibrio que hoy de produce se compense mañana con un equilibrio provocado por una mayor competitividad y productividad, habríamos ganado una batalla importantísima. Porque una parte sustancial del desequilibrio exterior está provocada por la importación de bienes de equipo que ayudarán a renovar el aparato productivo y, por lo tanto, a aumentar su capacidad. Mientras tanto hay que procurar que el gasto público y el consumo privado se acompasen, a pesar de la angustia que tenemos por atender las necesidad de infraestructura y gastos sociales.
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