_
_
_
_
Reportaje:LA BATALLA POR EL VOTO

Que alguien ponga mil pesetas

Izquierda Unida desarrolla una campaña austera en la que no duda en pedir públicamente dinero

La de Izquierda Unida es una campaña poco espectacular. Apenas puede gastar 275 millones de pesetas en total, cuando el PSOE invierte 250 millones sólo en folletos. Las vallas son escasas y tampoco los carteles abundan demasiado, hasta el punto de que el simpatizante respinga de contento cada vez que tropieza con uno. Se basa la campaña, sobre todo, en el empuje y la tenacidad del candidato, ese Julio Anguita que parece caminar de un mitin a otro abriendo surcos a punta de barba.

El autobús avanzaba a trote lento hacia el próximo destino cuando el jefe de prensa de Izquierda Unida avisó: "Sentaos, que está prohibido levantarse y puede vemos la Guardia Civil". El conductor, que es asturiano, saludó al aire con un bocinazo al entrar en su tierra, y a continuación se enzarzó con el de prensa en una conversación acerca de lo que piensa la propia esposa cuando uno tiene una profesión que le hace dar tantos tumbos. Un poco más adelante nos detuvimos para hacer pipí: "Deprisa, deprisa, y nada de cafés, que llegamos tarde".Al salir de La Coruña nos habían repartido bolsas de plástico para el mareo: "Porque hasta Gijón es un camino de muchas curvas". Así, como los componentes de una excursión escolar de un colegio de frailes, nos dirigimos hacia el próximo mitin, en donde un Julio Anguita seguro de sí mismo, profesoral y sin concesiones a la galería, expondría sobriamente su programa. El candidato de Izquierda Unida había llegado antes, y los de la prensa, todavía entre arcadas, aterrizamos en el Pabellón Deportivo después de dar varios rodeos gracias a los oficios de un nativo cazado al vuelo.

Allí fue donde Anguita se apoyó en el atril y dijo: "Aquí tengo un micrófono, una copa y una botella de agua. Estos son los bienes de que dispongo. Pero si alguien añade mil pesetas...". Y en tres minutos escasos explicó qué es la inflación. Julio Anguita dispone de dos trajes -uno de quita y otro de pon- y una afición sin límites por la claridad expositiva, por la que voluntariamente renuncia a dar carnaza. No ambiciona despertar exaltaciones, que eso le parece más propio de un coliseo romano, pero sí desea que se note que el suyo es un discurso de Estado. "Porque yo no estoy en esto porque quiera ser líder de la oposición, sino de la Moncloa. Yo salgo de casa con ese espíritu, y me parece lo honesto en un candidato: desear ser presidente y trazar un programa de gobierno".

En el caso de que llegara a la Moncloa, es probable que la llenase de cartelitos con citas memorables y refranes apañados. A todo ello es muy proclive Julio Anguita, que puede sin empacho detenerse en plena charla informal con los periodistas y ponerse a recitar a Ovidio en latín. Otra cosa son las máximas -"si me engañan una vez no es culpa mía, pero si me engañan dos veces, sí"- y los poemas árabes. Dijo, al pasar por Orihuela, contemplando el fulgor de los palmerales al atardecer:

-"Oh, palmera, tú como yo eres forastera en esta tierra" -y, girándose hacia esta periodista: aclaró: -"Abderramán I".

Entonces la compañera del PCE de Murcia advirtió:

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

-Por aquí abajo más vale no insistir en lo de califa, porque hay mucho facha y van a decir que eres moro.

Chapado a la antigua

Todo ello le da fama de pedantón, pero no lo es. Aunque sí es un solemne, un señor chapado a la antigua, un serio, un tímido, que lleva reloj de leontina -se lo regalaron en el último colegio donde enseñó, llamado precisamente Los Califas-, y que, cuando puede, se relaja metiéndose por la noche en una discoteca y bailando una lambada muy travoltilla, aunque es obvio que lo suyo es el agarrao. Anguita es un carroza que con una hermosa voz de barítono tararea Al vent, Fumando espero y canciones de Carlos Cano -su preferido-, aunque no le hace ascos a Los Chanclos y llega al extremo de prestarnos la casete para que la escuchemos en el autocar. Un carroza que, pese a las inevitables urgencias, trata de humanizar la campaña dándole un ritmo suave, un ritmo andaluz, y que en los mítines habla de asuntos que podrían parecer pasados de moda, pero que calan porque la gente está ya hasta las narices. Así, habla de irse de la OTAN, de no comprar carbón a Suráfrica -"porque está manchado de sangre"-, de poner orden en la economía -"organizándose como hacéis vosotros con el sobre de la paga"-, de ir cerrando las centrales nucleares, de reducir los gastos de investigación militar y aumentar los de investigación científica, de anteponer la rentabilidad social a la económica, "porque cuando la izquierda empieza a contar las pesetas se convierte en derecha". La gente le aplaude especialmente en las partes éticas, como cuando dice que al consumismo desaforado hay que oponerle consumo de cultura, sanidad, deporte, educación y solidaridad.

Es también un resistente de fondo que explica de forma curiosa su paciencia. Cuando le preguntan si no le fastidia que en TVE le acorralen con especial sana progubernamental, sonríe: "¿Qué imagen más elocuente que ese Jesucristo maniatado ante Pilatos sin poder defenderse de sus enemigos?". Toma del frasco. Anguita, que tiene escritas tres obras de teatro -que no han leído más que sus íntimos-, cuenta que la Pasión de Cristo es una fuente de inspiración, pero no la crucifixión sino "ese huerto de los olivos en donde el hombre medita". Pero que no tiemblen los ortodoxos, porque a pesar de estas veleidades literarias situadas entre Calderón de la Barca y Cecil B. de Mille, el dirigente comunista va a mandar a su hija a aprender ballet a Moscú. Otro hijo, Julio, que estudia periodismo, le ha salido acratón, "pero va a votar, porque si no, lo mato".

Con sus dos atuendos de batalla -un conjunto de blazer azul marino con pantalón de franela gris, y un traje marrón que confiesa haber adquirido allá por 1980- metidos en una funda de viaje que él mismo acarrea hasta que su chófer, Antonio, la mete en el maletero del Renault 21, Anguita recorre el itinerario marcado sin perder ocasión de transmitir su mensaje. No es casual que antes de los mítines se vista de señor: "Mi clientela no son los jornaleros que viven de la sopa boba que les da este Gobierno, sino intelectuales, profesionales, maestros". Cualquiera que le haya seguido durante estos días lo puede comprobar. Cierto, hay viejos militantes con cachaba, luchadoras con delantal y algún que otro look Marcelino entre el mogollón -dos, tres y hasta cuatro mil personas-, pero también hay ropa cara y fina, crestas moderadas y pendientes de diseño. Como sintetizaba con agudeza un colega: "Las rubias han vuelto a los actos comunistas".

Voto útil

O no tan comunistas, sino simplemente de izquierdas. Como decía en Murcia una madre de familia: "Yo soy socialista, pero estoy aquí porque a los míos les está saliendo demasiada barriga". A Anguita le reprochan sus detractores que Izquierda Unida va a subir gracias al voto útil, que fue precisamente lo que puso al PSOE en el poder: "Bueno, y qué. Lo que pase después dependerá de que nosotros cumplamos o no con nuestro programa". "Lo que sería muy triste", añade, "es que me votaran porque no hay nada más".

Al pasar junto a unas vallas electorales que reproducen la efigie de los principales líderes carismáticos sale el Anguita que pocos muestran, quizás porque conviene mantenerle en el papel de iluminado: "Mira qué cara de gilipoyas tenemos en los carteles. Menos mal que cuando he de hacer esas cosas" -posar para las fotos- "mi cuerpo astral se va por ahí".

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_