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Muertes subterráneas

Preocupación en Asturias por los últimos accidentes en la minería

El fallecimiento de cuatro mineros en tres accidentes laborales ocurridos en el transcurso de la última semana en Asturias ha vuelto a suscitar la secular preocupación por la seguridad en las minas, apenas unos días después de que las federaciones estatales de la minería de los dos sindicatos de mayor implantación (UGT y CC OO) acordaran en Mieres exigir al Gobierno resultante de los próximos comicios el inicio de una concertación en el sector a la vez que mayores inversiones en seguridad minera.

Con los cuatro mineros fallecidos en los últimos días son ya 14 las víctimas mortales de la minería asturiana en los 10 primeros meses del año. Un saldo sobrecogedor y, sin embargo, muy favorable si se coteja con los 36 fallecidos en 1985 o los 39 que perdieron la vida en 1973.Las crecientes medidas de seguridad y las cada vez más importantes inversiones en medidas de prevención (particularmente en la empresa pública y en la gran empresa privada) han corregido a la baja una siniestralidad que, no obstante, sigue siendo muy superior a la media europea. Un informe del Senado hecho público el año pasado aseguraba que las minas españolas son las más peligrosas de Europa. Nada nuevo si se toma en consideración que ya en 1909 las asociaciones obreras socialistas hicieron llegar al Gobierno de la nación diversas peticiones en materia de seguridad, en el con vencimiento de que urgía una solución.

En los últimos 10 años ha perdido la vida en España un millar de mineros. Un estudio realizado en 1985 por los servicios técnicos de la federación minera de UGT aseguraba que el índice de siniestralidad en nuestro país es superior en un 120% a la media comunitaria y en un 400% a la del Reino Unido. Causas geológicas explican, en parte, la mayor siniestralidad de la minería española, y particularmente de las cuencas mineras del área central de Asturias, por lo que para algunos expertos las cifras de mortalidad que se comparan no son homogéneas. En Asturias, a diferencia de lo que ocurre en la minería europea del carbón, las dificultades geológicas (capas verticales y estrechas) hacen posible uno de los accidentes más típicamente mineros, el derrabe de carbón. Estas dificultades, que lo son también de explotación, sólo tienen parangón con las de la cuenca soviética del Donbass.

Aunque el desprendimiento de grandes cantidades de carbón sigue siendo el mayor riesgo en la minería subterránea española, lo cierto es que en las últimas décadas se ha apreciado un sensible descenso en los accidentes típicamente mineros (explosiones de gas grisú, derrabes, etcétera) y un incremento de accidentes como consecuencia de una progresiva mecanización de la explotación. A la par, la progresiva profundización, a medida que se avanza en la extracción de mineral, de yacimientos muchas veces centenarios comporta una mayor proclividad a posibles concentraciones de grisú.

Minería y minas

En todo caso, no se puede hablar de minería, sino de minas. Ni los medios ni las condiciones de trabajo ni las garantías de seguridad son las mismas en la empresa pública, la gran empresa privada, la pequeña y mediana minería particular y en las explotaciones más precarias, conocidas en el argot minero como chamizos.Ocho de los 14 fallecidos este año en Asturias pertenecen, no obstante, a la plantilla de la compañía estatal Hunosa, pero hay que advertir que ésta es la mayor empresa minera del país, que extrae seis millones de los 10 millones de toneladas anuales de producción bruta de carbón en el principado y da empleo a 19.000 de los 27.000 trabajadores que tienen ocupación en el sector. Con 23 centros de producción y 900 kilómetros de galerías subterráneas, Hunosa invierte al año más de 2.500 millones de pesetas en seguridad, desarrollo de proyectos de investigación minera y de formación y programas de prevención de accidentes en sus instalaciones.

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El problema es más acuciante, en términos relativos, en la pequeña y mediana minería privada, con empresas carentes de recursos para afrontar por sí mismas gastos de formación e inversiones en proyectos de investigación.

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