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Fin

Curiosas coincidencias. Fueron niños los que vieron a la Virgen de Fátima en condiciones históricas lo suficientemente graves como para que la Señora profetizara la conversión de Rusia. Ahora son niños los que han visto esa nave espacial sin matrícula que se ha posado sobre una URSS a punto de convertirse otra vez al cristianismo, como Polonia y como todo país o persona que busque en el cielo lo que no ha encontrado en la tierra. Una de dos: o hay que exterminar a los niños con niñicidas, a ser posible no dolorosos, o hay que darles definitivamente el relevo para que profeticen y dirijan el tráfico de los cielos y los siglos mientras los adultos tomamos las aguas en Güiteriz (es un decir).Me inclino más por la segunda solución. Dejar el mundo a los niños y a su capitán Marvel fin de milenio, ese Papa de Roma que husmea, más que besa aeropuertos por si percibe el rastro olfativo de los marcianos. Hasta ahora los marcianos y el Papa no han coincidido, pero juntos y sumados están dando definitivo sentido histórico al siglo XX, que va a terminar mediante un vía crucis expiatorio en el que todos pe:diremos perdón por haber tratado de ser tan racionalistas que habíamos dejado de creer en la Virgen y en los marcianos. Tal vez algún día volverán las victoriosas banderas de la razón, pero ya no nos pillarán vivos y estaremos tomando las aguas en los balnearios del cielo o del infierno, según hayamos asistido a tiempo o no al vía crucis expiatorio de tanta bárbara racionalidad.

Por si faltaran signos de catástrofes futuras, el presidente González anuncia que nos dejará, y la sensación de orfandad se vuelve angustiosa. Rodeados de vírgenes y marcianos, ni siquiera nos quedará el consuelo de mirar a nuestro guía para que nos diga que los marcianos no son ni de derechas ni de izquierdas, como la inflación y las vírgenes. Sombrío fin de milenio. La historia ha terminado. Me rindo. Ya la única primavera posible es la de El Corte Inglés.

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